Los problemas e indelicadezas atribuidas a determinadas clínicas y hospitales no son de ahora. La doctora en medicina Ghislaine Saint-Pierre Lanctót describe esa catastrófica realidad en un libro de 258 páginas, titulado “La mafia médica”, en el que aconseja cómo salir con vida de la prueba y recuperar salud y la prosperidad luego de involucrarse en ese ambiente.
Con más de 25 años ejerciendo la profesión de médico, a quien le despojaron el exequatur después de publicar la obra, explica por qué los sistemas sanitarios occidentales están condenados al fracaso y brinda la oportunidad de recobrar el control de nuestra salud y la vida.
“Para realizar mis sueños, hice la carrera de medicina. Durante varios años, estuve convencida de seguir el buen camino. La realidad me demostró lo contrario, los pensamientos y emociones, esos e impalpables traidores, boicoteaban indiosamente mi riguroso trabajo científico”, narra la galena al estimar que “un ser humano enfermo es un Dios/diosa que se ignora”.
¿Cómo se estructura la mafia médica?, se pregunta esta galena canadiense, y a seguidas hace una radiografía de cómo opera este corrupto sistema, el cual involucra a algunos médicos, los gobiernos, las industrias farmacéuticas, las compañías aseguradoras y organismos internacionales. Ella resume la situación en cinco pasos:
-Eliminación de toda competencia. A los investigadores se les orienta. Los disidentes son encarcelados, maniatados y reducidos al silencio. Los productos alternativos, lucrativos, han caído en manos de las multinacionales, gracias a la legislación codificada de la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como a las patentes otorgadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
-Las autoridades y sus medios de comunicación se ocupan de alimentar entre la población el miedo a las enfermedades, a la vejez y a la muerte. La obsesión por sobrevivir a toda costa ha hecho prosperar el tráfico internacional de órganos, sangre y embriones humanos, a cualquier precio.
-Se irradian los alimentos, la leche se pasteuriza quitándole las propiedades nutricionales; se modifican los genes, el agua está contaminada y el aire envenenado. Los niños reciben 35 vacunas antes de ir a la escuela.
-La familia está tiesa: el padre con Viagra, la madre con Prozac, el niño con Ritalin. Su seguridad, su normalidad y la felicidad quedarán garantizadas gracias a la implantación de un microprocesador, como el que se les pone a los animales. En las clínicas de fertilización se fabrican trillizos y quintillizos por inseminación artificial y se almacena un montón de embriones. Ya estamos listos para la clonación humana y las vacas nos gritan: ¡Están locos!
-Entretanto, los costos suben y los servicios bajan. El sistema sanitario naufraga en un profundo caos del que sólo podrá sacarlo la privatización. O sea, no hay que preocuparse, la banca va a rescatarlo. Es decir, los mismos que han concebido, orquestado y hecho naufragar la Seguridad Social. Por lo visto, hay que pasar por un monopolio público para llegar al monopolio privado.
Lanctót habla de la medicina de la salud y de la enfermedad, de la sanación, la sumisión a que está sometido el paciente y la imposición del médico sobre éste cuando se va a consulta. Considera que el paciente se convierte en un rehén tan pronto ingresa al consultorio del médico, pues no se le dejará salir sin que antes le indiquen estudios, análisis y recetas de medicamentos caros, pese a que no los necesita. Es la lucha entre David y Goliat.
“La medicina que practicamos es cara y ya no podemos permitinosla”, apunta al destacar que el 75% de los costos de los medicamentos son inútiles y pueden evitarse. Además, asegura que la salud del alma determina la del cuerpo.
Otro aspecto que ella fustiga es la participación de las empresas prestadoras de servicios médicos para las cuales no existe ninguna previsión en las tarifas que manejan. Indica que aunque el médico no encuentre nada anormal, deberá urdir un diagnóstico para esas empresas, lo que agrava la situación económica del paciente.
Con mucha lógica, la doctora Lanctót afirma que “la definición convencional de la salud es la ausencia de enfermedad”. Y critica la complicidad de los gobiernos en ese entramado mafioso.
A su juicio, los países que tienen un sistema de salud, ya están arruinados. Se pregunta, ¿por qué las grandes corporaciones financieras se inclinan por este sistema? ¿Será por las comisiones que cobran o por la información privilegiada que obtienen mediante sus fundaciones? ¿Desde cuándo se preocupan por el bienestar del pueblo? Ella considera que “a las multinacionales les interesa estabilizar los mercados de consumo, controlando así a los gobiernos para quitar definitivamente del medio a un competidor molesto: a las compañías privadas”.