“La lengua es como la chispa que prende el fuego”. Santiago 3:6
A raíz de la proliferación en nuestro país de una gran cantidad de estaciones de radio y canales de televisión, tanto nacionales como locales, muchos de ellos sin licencias para operar, han surgido una gran cantidad de programas de opiniones, de comentarios y de interacción social, los cuales en su mayoría, no están autorizados para operar, por no contar con los permisos correspondientes.
La Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, de acuerdo a la ley 1951 y al Reglamento No. 824, es el organismo regulador y responsable de emitir dichos permisos para el ejercicio de la profesión de locutor y comunicador, tanto para la radio como para la televisión, luego de aprobar un riguroso examen.
Algunas personas consideran que el estar delante de un micrófono o de una cámara de televisión, les da derecho o potestad para irrespetar, insultar, ofender a nuestras autoridades y a las figuras públicas, sobre todo, al señor Presidente de la República, a quien se le debe respeto y consideración, aunque no comulguen con su forma de gobernar y pensar, independientemente del partido a que pertenezca.
Los medios de comunicación: radio, televisión, periódicos, tanto físicos, como digitales y las propias redes sociales, deben ser utilizados para educar, orientar, informar y formar a toda la ciudadanía, jamás para desinformar, confundir, difamar, injuriar, insultar, ofender, irrespetar, extorsionar o destruir la integridad de las personas.
De acuerdo a los artículos 84 y 105 del Reglamento 824, dicha Comisión puede prohibir la transmisión de aquellos programas, así como la suspensión de sus productores, que corrompan el lenguaje o que actúen contrarios a la moral, al pudor y a las buenas costumbres. En los actuales momentos, no se está cumpliendo con estas tareas y no se aplica ningún tipo de régimen de consecuencias. Los directores de las estaciones de radio y televisión, deben exigir el carnet de locutor o de periodista a los productores de programas, lo que antes era una obligación para poder hacer uso de estos medios.
Se puede denunciar un hecho, criticar con energía, mostrar desacuerdos, decir grandes verdades, pero haciendo un uso correcto del lenguaje, guardando siempre la prudencia, el equilibrio emocional y el comedimiento, sin caer en la vulgaridad, en la bajeza, en el insulto personal y en la blasfemia. No hay necesidad de utilizar un lenguaje soez, porque esto nos hace daños, nos afecta nuestra imagen y credibilidad, y por tanto, nos descalifica ante la ciudadanía.
Hablar con bravuconería, con arrogancia y prepotencia, utilizando un lenguaje emotivo, vulgar, soez e insultante, no es sinónimo de hablar con autoridad ni gallardía, pues estaríamos enviando un mensaje equivocado y contrario a los valores más sanos de la sociedad.
Si tuviéramos conciencia del poder y la influencia que ejercen los medios de comunicación en la ciudadanía, cuidaríamos cada vez más, nuestro lenguaje y la forma de decir las cosas, pues así logramos ganarnos el respeto, la confianza y la credibilidad de los demás, pues la pasión es mala consejera. ¡Cuidemos pues nuestro lenguaje, que es como cuidarnos a nosotros mismos!
El Autor es Contador Público Autorizado
Ex Miembro Titular de la Cámara de Cuentas de la República y ex diputado