Malaga, España.-(De mi puño y tekla). Esto es lo que se nos avecina. La manifestación celebrada en Barcelona el pasado sábado, constituyó, entre otras razones, una clara demostración de odio y desprecio hacia el Gobierno español y sus representantes, apoyado y orquestado por las organizaciones independentistas perfectamente adiestradas y con sus miembros estratégicamente ubicados para increpar al Rey y restantes autoridades. Su misión, triste y vergonzosamente lograda, consistió deleznablemente en convertir una marcha contra el terrorismo yihadista en un acto de pobre propaganda política tendente a exacerbar el ambiente de cara a la próxima Diada y posterior celebración del referéndum del 1º de octubre.
Los sonoros pitidos e insultos al Rey y al Gobierno de España resultaron grotescos, quedando perfectamente claro que para los colectivos de soberanistas y antisistema, espoleados por la CUP, el dolor por los muertos y heridos en el reciente atentado fue nulo, inexiste. Sobraba el debate sobre la asistencia del Monarca dado nada aportaba. La encerrona estaba más que anunciada y el Rey ocupó el lugar que le correspondía junto a las autoridades del Estado. Solo faltaba que el secesionismo decidiera como deben proceder las instituciones democráticas que rigen en nuestro país.
La bastarda pretensión de acusar al Rey y al Gobierno como corresponsables de las matanzas por el mantenimiento de relaciones bilaterales con Arabía Saudí es todo un despropósito. Los textos de las pancartas que fueron exhibidas resultaron de lo más mendaz, siendo justificadas por el resentido Pablo Iglesias (Podemos) como “Libertad de expresión”. El hecho de que la asistencia la concentración fuese más limitada que en otras convocatorias, según comentario generalizado, obedeció a que se sabía que la cita manifestación iba a estar totalmente manipulada, por lo cual muchos barceloneses decidieron acertadamente no participar.
Como siempre sucede. La alegría en la casa del pobre es efímera. El presidente de la Generalidad, con su actitud cínica, inicalmente y tras producirse los atentados, priorizó su actividad en volcarse con las victimas y la colaboración con el Gobierno lo que es loable. Gesto de escaso recorrido, dado que a partir del viernes 25, retomó la defensa a ultranza del referéndum, alardeando de la adquisición de más de 6.000 urnas y acusando ridículamente al Ejecutivo español de hacer política con la seguridad.
En paralelo y obviando la agresividad de Puigdemont, Rajoy pretendió contemporizar con el Gobierno catalán en lugar de ratificarse con todo rigor que no habrá celebración de consulta alguna, motivo por la cual el líder catalán está totalmente dispuesto a imponer su plan soberanista por encima del interés general del Estado y a cualquier precio.
La postura de Rajoy de eludirlo casi todo, defendiendo su criterio en la gestión de la crisis terrorista, ha generado una vez más controversias de todo tipo, originado en este caso por el papel secundario desempeñado por el Estado. Comportamiento muy criticado públicamente por los sindicatos de la Policía y la Guardia Civil. Su indesión tiempo ha que hastía a los ciudadanos.. Ya está bien de aguantar descalificaciones por parte de Puigdemont y otros miembros de su Gobierno. Con sus inoportunas lisonjas a la labor desarrollada por los Mozos de Escuadra, lo único conseguido es el desafecto de los citados Cuerpos de Seguridad. Un presidente de Gobierno representa a todos los ciudadanos, lo que debería impedirle soportar tanta afrenta e insistir hasta la nausea que el tan cacareado referendum catalán no pasa de ser una pura utopía que jamás se celebrará. La mencionada Diada está a la vuelta de la esquina y supondrá la última traca en la cual se volcará La Generalidad y colectivos separatistas afines para abuchear al Gobierno y cubrir Barcelona con esteladas reclamando La República, con la seguridad de que la asistencia duplicará el número de personas que acudieron a la manifestación del sábado 26-A…..¡¡Tiempo al tiempo!