Hace unos días conversaba con dos amigos periodistas sobre la demanda que el ministro de la presidencia José Ramón Peralta le hizo al presidente del Frente Agropecuario del Partido Revolucionario Moderno, agrónomo Leonardo Faña, coincidiendo en que fue un grave error por el cual, independientemente del fallo de los jueces, a favor o en contra, perderá.
Solo la soberbia y la embriagues del poder pudieron llevar al funcionario a cometer un desliz de tanta envergadura. (Como dicen los “tígueres”: Se puso bruto) El jefe de comunicación del gobierno o su propio encargado de prensa debieron aconsejarlo para que no metiera la pata.
Al presidente Medina no le caben más denuncias, ni más escándalos de corrupción. Y mucho menos que involucre a uno de sus colaboradores más cercanos y que se ha convertido en el vocero de su mandato en los medios de comunicación.
En un tribunal donde prime el derecho y por lo tanto el mandato de la ley, Peralta no saldrá bien parado. No podrá negar su doble condición de Ministro y Empresario, algo sancionado por la Constitución de la República en varios enunciados, como demostré en un artículo reciente.
Suponiendo que aparezca un tribunal que condene a Faña, como pide, a seis millones de pesos y seis meses de prisión, por difamación e injuria, el pueblo no lo creerá. Faña ganará el pleito en las calles y en los campos. Y mientras más los periodistas y comunicadores (bocinas) hablen del tema, insulten y denigren a Faña, mayor será su popularidad, más se elevará su imagen. Es algo proporcionar: El ministro bajará en la misma medida que Faña crecerá. De hecho el presidente del Frente Agropecuario del PRM ya está recibiendo el respaldo de productores del país, muchos en silencio para no ser perjudicados.
Por otro lado, la demanda contra Faña adquirirá un carácter político. El PRM, que todavía no da la cara contundentemente como debió hacerlo desde el primer día, se verá obligado a respaldar a su hombre, lo cual también es perjudicial para el ministro y el gobierno.
Ensordecido por el control de la justicia y de los medios de comunicación, el ministro Peralta no calculó los riesgos, ni actuó políticamente como debe hacerlo un hombre de su condición. Sin pretenderlo convirtió en una figura política de primer nivel a un dirigente ignorado muchas veces por la cúpula de su partido, como ocurrió cuando hizo la investigación de las visitas sorpresa del presidente Medina, probando el incumplimiento de las promesas del mandatario en sus recorridos.
(Que conste, Faña es un hombre capaz, trabajador y honrado. No es un oportunista, tránsfuga o chaquetero. Es fiel y leal a sus principios).
José Ramón Peralta debió guardar silencio. Dejar que Faña y cualquier otro denunciara lo que ocurre con los permisos de importación. Al fin y al cabo no hizo más que repetir lo que se venía denunciado desde la gestión de Leonel Fernández cuando el jeque en la misma posición era el señor Bonetti.
Pero no oyó consejos, ni pensó políticamente. Ahora no sabe cómo salir del atolladero. Intentó conciliar, pero Faña, sabiéndose con la verdad y victimizándose, le dio “palante” al proceso. El presidente Medina al darse cuenta de la situación supongo que habrá dicho: ¡Qué vaina!
(Si Faña es condenado Peralta pierde; si Faña es absuelto, Peralta pierde más)