Por Sebastián del Pilar Sánchez.- Durante una rueda de prensa efectuada el día 7 noviembre de 1962, en el hotel Park Lana de la ciudad de Nueva York, el expresidente Joaquín Balaguer anunció su aceptación de la candidatura presidencial del recién creado Partido Revolucionario Dominicano Auténtico, surgido de la primera escisión producida en el partido blanco, a poco tiempo de haberse instalado en el país conducido por Ángel Miolán, Ramón A. Castillo y Nicolás Silfa, que fueron los integrantes de la conocida “Comisión de la Libertad” que trajo del exilio a esa organización política, fundada por el doctor Enrique Cotubanamá Henríquez Lauranson y el profesor Juan Emilio Bosch Gaviño el 21 de enero de 1939 en la residencia del exiliado doctor Virgilio Mainardi Reyna, en la sección El Cano, municipio de Marianao, provincia de La Habana, Cuba.
Este anuncio puso en evidencia que el exmandatario había permitido de modo consciente el fraccionamiento del PRD en su provecho, ya que poco antes de su destitución como presidente, había nombrado a don Nicolás Silfa secretario de Estado de Trabajo, en una acción política que perturbó por breve tiempo el desenvolviendo político de esa organización, y lo hizo procurando alcanzar algún beneficio derivado de las elecciones programadas para el 20 de diciembre.
Muchos dominicanos se sentían sorprendidos por el discurso electoralista del doctor Balaguer, a menos de un año del golpe de Estado que lo sacó del poder; pues era imposible olvidar que ocho meses atrás había dejado el territorio dominicano en calidad de exilado, fastidiado por la repulsa popular contra su persona expresada en las calles de Santo Domingo y San Cristóbal, escenarios de numerosos desórdenes y movilizaciones callejeras que afectaron la tranquilidad social y provocaron que el gobierno declarara el estado de emergencia nacional, imponiendo un toque de queda que restringió de modo severo la libertad de tránsito.
Ésta era sin embargo, la segunda ocasión en que el líder político expresaba su deseo de regresar al país, ya que lo había hecho el 22 de junio, según reveló entonces un cable de la agencia internacional de noticias UPI, firmado por el periodista estadounidense Martín MacReynolds, donde comunicaba que el expresidente esperaba estar en la República Dominicana a más tardar en tres meses, pero sin mayores pretensiones políticas, dado que era posible que decidiese apoyar a otro candidato presentado por la organización que había fundado en el exilio con el nombre de Partido Acción Social.
El exmandatario de 55 años se encontraba en suelo norteamericano, desterrado desde el miércoles 7 de marzo de 1962; fecha en que abandonó su refugio en la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Santo Domingo, donde había permanecido por espacio de cincuenta días en espera de que el gobierno le diese el salvoconducto solicitado por la diplomacia religiosa para salir hacia el exilio.
Se recuerda que el día que Balaguer dejó el país había mucha excitación y malestar en Santo Domingo, pues temprano en la mañana circuló el rumor de que el gobierno había autorizado su salida del territorio nacional, junto a su antiguo ministro de las Fuerzas Armadas, mayor general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, generando que las masas estudiantiles comenzaran a movilizarse; intensificándose la protesta cerca del mediodía, cuando la noticia de su exilio no confirmado ocupaba la radio y algunos analistas exigían al gobierno rectificar la medida, deteniendo su partida para que respondiese en los tribunales de la República a las acusaciones que les hacía la Unión Cívica Nacional, respecto a su responsabilidad en los sucesos sangrientos del 20 de octubre de 1961 en la calle Espaillat, y 16 de enero de 1962 en la periferia del parque Independencia.
La masacre de la calle Espaillat ocurrió en el momento en que agentes del Servicio de Inteligencia que operaba en la base aérea de San Isidro, bajo las órdenes del coronel Gilberto Sánchez Rubirosa, asistente personal de Ramfis Trujillo, decidieron auxiliar por su cuenta a las tropas de la Policía encabezadas por un coronel de apellido Fernández, ejecutando una agresión brutal contra decenas de estudiantes amotinados en las azoteas de las viviendas del sector de Ciudad Nueva, para extinguir la protesta por el cierre inexplicable de la universidad pública. Ese ataque ocasionó varias muertes y decenas de heridos; estando entre los fallecidos, Rafael Curiel y José Ignacio Cerda; y entre los lesionados, el reconocido comunicador Ercilio Veloz Burgos, quien -según se dijo- fue alcanzado por los disparos cuando leía un libro de poemas en dicho parque.
Las movilizaciones estudiantiles de este día se iniciaron temprano en la mañana en el liceo Juan Pablo Duarte de la capital, extendiéndose hasta el liceo intermedio República Argentina, donde su director, el profesor Manuel Emilio Ibert, hizo un gran esfuerzo junto a los maestros de ese plantel por contener sin éxito la salida de unos mil 200 alumnos, escapados de ese centro escolar, quienes en compañía de los normalistas formaron una verdadera avalancha humana que se desbordó en un desfile estrepitoso por la calle Mercedes de la ciudad colonial, rumbo al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, donde estaba siendo juzgado ese día el joven Rafaelito Bueno, ampliamente conocido en Santo Domingo por haber encabezado la rebeldía antitrujillista en las calles y la persecución violenta contra los confidentes del temible Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía. Este había sido apresado y acusado de conducir las turbas que se formaron tras la salida de la familia Trujillo, y de haber dirigido una agresión a pedradas contra un mayor de la Policía.
La entrega de un salvoconducto a Balaguer para abandonar el país con el status de exiliado, junto a Rodríguez Echavarría como deportado, recibió un rechazo rotundo de los partidos políticos de oposición, aunque para el líder y presidente de Vanguardia Revolucionaria Dominicana (VRD), señor Horacio Julio Ornes Coiscou, esta salida era inevitable, porque eliminaba un foco de perturbación para el Consejo de Estado, ya que Balaguer asilado en la Nunciatura constituía un motivo de preocupación constante; y su destierro, por tanto, podía ser “hasta cierto punto conveniente para la tranquilidad política de la Nación”, ya que cesarían enseguida las acciones violentas que se estaban efectuando en distintos lugares de la ciudad con la ayuda de choferes y propietarios de vehículos que escandalizaban el medio urbano, anexando a sus carruajes latas y artefactos viejos que arrastraban por las calles mientras voceaban improperios contra el gobierno.
Ornes consideraba que en el caso del general Rodríguez Echavarría había que ver, que no obstante existir fundamentos jurídicos para realizar su enjuiciamiento, como responsable principal de la tentativa de golpe de Estado, “se interponía en ese procesamiento el interés particular de los dirigentes de las Fuerzas Armadas”, los cuales estuvieron de acuerdo con sus actuaciones y seguían aún ostentando poderes y mandos en las distintas ramas militares; por lo cual, en tales condiciones, lo prudente era su deportación; sobre todo porque el Consejo de Estado actuaba en ese momento presionado por fuerzas internas y externas, y sólo tenía a su alcance esa solución práctica, aunque fuese quizás la más impopular.
El secretario general del PRD, don Ángel Miolán, por su parte, se refirió a los hechos violentos ocurridos en Santo Domingo, atribuyéndolos al disgusto producido por la expectativa del asilo de Balaguer y la deportación de Rodríguez Echavarría, ya que nadie se explicaba por qué el partido oficialista “Unión Cívica Nacional” estaba callado, presenciando sin decir palabra cómo su gobierno se disponía a desterrar a Balaguer, pese haber reclamado con más vehemencia que nadie la obstaculización de su salida, para enjuiciarlo por la sangre derramada en los últimos días, y por haber dilapido sin calidad alguna los dineros del pueblo, regalando carros, motonetas y máquinas a sus partidarios.
Sin embargo, el gobierno se inclinó por aceptar la solicitud de asilo, desestimando el reclamado juicio, debido “a la urgente necesidad de resguardar la estabilidad democrática de la República, amenazada con la presencia de quienes venían constituyendo un permanente peligro nacional”, y alegando “apremiantes razones de seguridad nacional”.
De acuerdo a los integrantes del Gabinete, la resolución del Consejo de Estado era un acto de responsabilidad histórica que se inscribía en el “espíritu de compresión y el pensamiento puesto en los altos intereses de la patria”, ya que la seguridad nacional se encontraba comprometida con la permanencia de Balaguer y Rodríguez Echavarría en el país, aparte de que razones de derecho y de cortesía internacional obligaban a tomarla.
Llegada de Balaguer a Puerto Rico
El expresidente Balaguer llegó a San Juan, Puerto Rico, en un avión de la Compañía Dominicana de Aviación la noche del miércoles 7 de marzo de 1962, sintiendo enseguida un trato hostil de parte de las autoridades de inmigración que se excedieron en su registro, pese a que el visitante tenía sus papeles en orden y había ingresado a tierra borinqueña con una visa americana de 60 días.
Al enterarse de ese proceder vejatorio, los amigos del depuesto mandatario les pidieron que meditara sobre la conveniencia de desplazarse hacia Europa, pues comenzaban por creer que no era buena idea que se instalara en la isla del encanto junto a su hermana Emma Balaguer y demás miembros de su familia, aunque él manifestó con firmeza que aguantaría cualquier dificultad por más dura que fuese, porque creía que estando allí sería más cómodo y fácil el contacto continuo con la política dominicana.
El rechazo a la presencia de Balaguer en Puerto Rico lo encabezaba el gobernador de la isla, don Luis Muñoz Marín, quien el día 5 de abril de 1962 hizo una declaración en el periódico San Juan Star, editado en inglés, pidiendo al gobierno de los Estados Unidos que tomase medidas urgentes para sacar de esa tierra a Balaguer y a su exministro, general Rodríguez Echavarría, porque su permanencia en la isla estaba obstruyendo la labor que se estaba realizando para restablecer la vida democrática en el vecino país después de 31 años de dictadura de Trujillo.
El gobernador Muñoz Marín era un hombre de formación liberal que pertenecía al grupo de estadistas caribeños que propiciaba en América Latina y el Caribe la corriente ideológica de la “izquierda democrática”, a la que pertenecía también el presidente de Costa Rica Francisco José Orlich Bolmarcich; el expresidente y líder del gobernante Partido Liberación Nacional costarricense, José María Hipólito Figueres Ferrer (don Pepe), el presidente de Venezuela Rómulo Ernesto Betancourt Bello, y el candidato presidencial y futuro presidente de la República Dominicana, Juan Bosch.
La posición de Muñoz Marín contra Balaguer tenía el apoyo de la prensa puertorriqueña. De tal manera que el periódico “El Mundo” editorializó en su edición del 9 de abril que su presencia y la de Rodríguez Echavarría en esa isla era “poco grata” y “desde todo punto de vista perturbadora”; agregando que “aunque estos hombres están físicamente separados de su antigua esfera de acción, ambos persisten en querer influir en el curso de los acontecimientos políticos en la República Dominicana y la proximidad de que gozan en Puerto Rico les da facilidades que no tendrían en otro sitio”.
Añadiendo que el “movimiento de pasajeros entre San Juan y la capital dominicana es constante y propicia la relación que todavía mantienen Balaguer y Rodríguez Echavarría con algunos elementos de su país”.
En base a “informes confiables”, otro párrafo del editorial decía que tanto Balaguer como Rodríguez Echavarría estaban activos en la tarea de hacer componendas políticas y mantener sus contactos militares, y que el “solo hecho de que no muestran inclinación a marcharse a pesar de las expresiones que ha habido localmente en contra de su permanencia en Puerto Rico, incluyendo el disgusto del gobernador Muñoz Marín, es una prueba de que se encuentran aquí a sus anchas para seguir promoviendo sus intereses personales en Santo Domingo”.
El editorial finalizaba indicando que: “El Departamento de Inmigración federal dice que el permiso de que gozan Rodríguez Echavarría y Balaguer los autoriza a quedarse en Puerto Rico por espacio de 60 días, que expiran el 8 de mayo. Pero aún ese plazo es muy largo. El pueblo debe de dejarles saber sin lugar a dudas a estos dos huéspedes forzosos que no los queremos aquí. La hospitalidad puertorriqueña sigue en pie, sin menoscabo, pero no es para prodigarla indiscriminadamente. Hay que merecerla y los dos huéspedes de marras no la merecen”.
Perturbado por tantas críticas y presiones, Balaguer decidió tomar un avión y dejar Puerto Rico el jueves 12 de abril, partiendo a primera hora de la tarde rumbo a Miami, en donde –seguido se instaló- expuso su deseo de visitar Nueva Orleans y luego Nueva York, donde residiría un tiempo en el hotel Great Northern, en el corazón de Manhattan, en una humilde habitación sin aire acondicionado, siéndole inútil allí evadir el rigor del verano, padeciendo en su cuerpo los efectos de las altas temperaturas y mortificado por la desconsideración de las autoridades de esa gran nación; pues como ilustró tiempo después su fiel colaborador y exministro de información y prensa de su gobierno, doctor Rafael Vidal Martínez, allí el líder político dominicano “estaba constantemente vigilado por los servicios de inteligencia, con su teléfono intervenido y protegido únicamente por un pequeño revolver Colt calibre 38, el cual le fue robado de su habitación por agentes del FBI, para que quedara completamente desarmado”. Cuando eso se produjo, le confesó a su amigo que “estaba a merced del hostigamiento del gobierno norteamericano y que no valía la pena procurar otra arma”, prefiriendo regalarle “la caja de municiones que tenía para su revólver, ya que sabía que se la volverían a sustraer si adquiría una nueva arma”.
Autoridades nerviosas contrarrestan regreso de Balaguer
En noviembre de 1962 el doctor Balaguer estaba ahora hospedado en el hotel Wellington en la ciudad de Nueva York y su situación había experimentado un gran progreso, en cuanto a su meta de regresar a la República Dominicana, para sumergirse de nuevo en la actividad política, puesto que había recibido el apoyo de don Nicolás Silfa y se había convertido en el candidato presidencial del llamado perredeísmo auténtico, amortiguando de esa manera el golpe sufrido por la negativa de la Junta Central Electoral a reconocerle su Partido Acción Social, fundado en el exilio.
De igual modo, le satisfacía recibir el respaldo masivo de sus compatriotas, guiados por el profesor Augusto Peignand Cestero, quienes se habían aglutinados en su proyecto electoral en los Estados Unidos y acababan de ofrecer una impactante demostración de fuerza, al concentrar el lunes 12 de noviembre, frente al Consulado dominicano de la ciudad de Nueva York, a decenas de criollos residentes que se movilizaron exigiendo de las autoridades electorales de la República Dominicana la aprobación de su candidatura presidencial en la boleta electoral del PRD de Silfa, para así contar con la seguridad de su participación en los comicios del 20 de diciembre.
Mientras eso pasaba en Nueva York, en Santo Domingo sus seguidores seguían insistiendo en el proyecto de partido conocido como Acción Social, constituyendo su directorio provisional, presidido por el doctor Roberto Rymer y teniendo como sus principales dirigentes al profesor Jesús María Bastardo, secretario general; Saturnino Ramírez, secretario de comunicaciones y transporte; Tobías Languasco Chan, secretario de correspondencia; Juan Antonio Read, secretario de,, asuntos laborales; Pedro Antonio Read Tolentino, secretario de prensa y relaciones internacionales; Chela Rivera, secretaria de asuntos sociales y femeninos; Gil Antonio Encarnación, secretario de Educación y cultura; Ramón Guzmán, secretario de finanzas y asuntos comerciales; y Lucas Nin, secretario de recursos naturales.
Ese equipo, junto a los perredeístas auténticos de Silfa, asumió la tarea de divulgar por la estación radial “La Voz del Trópico” los mensajes grabados que enviaba Balaguer; así como también, la elaboración de una estrategia de propaganda para contrarrestar la fuerte oposición que encontró su candidatura entre sus adversarios de siempre y los coyunturales…a quienes no les convenía tenerlo de rival en los comicios del 20 de diciembre.
El partido Unión Cívica Nacional, a través de su delegado político en la Junta Central Electoral, el licenciado Osvaldo J. Peña Batlle, se fijó el propósito de anularla diciendo que no podía ser admitida porque supuestamente estaba subjúdice, remitiendo a la prensa a la Procuraduría General de la República, donde se habían abierto por lo menos cuatro procesos penales en su contra, relacionados con los hechos de sangre anteriormente citados.
A ese reparo para derribar sus aspiraciones, Balaguer le salió al paso explicando desde Nueva York cómo había ocurrido la tragedia de la calle Espaillat, el 20 de octubre de 1961, y reconoció los desmanes cometidos por militares que actuaron por cuenta de altos oficiales de la Fuerza Aérea, interfiriendo en los esfuerzos que hiciera su gobierno para evitar el derramamiento de sangre.
Al día siguiente, un periódico de Miami, Florida, publicó la noticia de que Balaguer se aprestaba a regresar al país la mañana del jueves 22 de noviembre de 1962, en el vuelo 229 de Pan American Airways, procedente de Nueva York, y aseguraba que eso era un hecho, ya que había comprado un boleto de avión.
Esa información era pura especulación, pero produjo mucho nerviosismo en las autoridades de Migración, que dispusieron una rápida e improvisada movilización policial en toda el área del aeropuerto de Punta Caucedo, para impedir la supuesta entrada de Balaguer, si realmente había ocupado un asiento en el citado vuelo.
El director general de Migración, licenciado Julio Almanzor Beras, afirmó entonces que si el exmandatario retornaba al país no podría descender del avión o del barco que lo trajese, porque no tenía su pasaporte revalidado; señalando que a partir de la entrada en vigencia de la Ley 5800, del 21 de enero de ese año, se cancelaban todos los pasaportes expedidos hasta esa fecha.
Un poco después aterrizó el avión de Pan Am, que fue abordado por el licenciado Beras y algunos subalternos, quienes comprobaron al instante que Balaguer no se encontraba en su interior; por lo cual la inspección realizada había sido un acto de poder fallido y exagerado.
Uno de los políticos que comentó este hecho fue el presidente de la Alianza Social Demócrata, doctor Juan Isidro Jimenes Grullón, quien se refirió al derecho de Balaguer a vivir en su tierra, aunque advirtiendo que si regresaba y surgía alguna prueba en su contra, sobre una actuación suya reñida con la ley, debía ser apresado al instante en el aeropuerto y llevado a la cárcel, para que la justicia le aplicase la sanción correspondiente.
Por su parte, el candidato presidencial del partido Vanguardia Revolucionaria Dominicana, Horacio Julio Ornes Coiscou, manifestó que “la postulación del doctor Joaquín Balaguer por el Partido del señor Silfa era una falta de respeto al pueblo dominicano”, y expresó que el pueblo repudiaría su candidatura presidencial.
De otro lado, el periódico El Caribe editorializó que “la candidatura era un factor de perturbación que podía enconar gravemente el proceso electoral y echarlo totalmente a pique; y que si alguien ponía en duda eso, bastaba con que leyera la reacción de la mayoría de los dirigentes políticos responsables, los cuales se habían manifestado contrarios –en lenguaje que nada tenía de ambiguo- a que Balaguer participara en la lid electoral a cuya conclusión la República debía salir con un gobierno que representara genuinamente la voluntad popular”.
El Caribe también decía “que no se necesitaba hacer muchos esfuerzos mentales para llegar a la misma conclusión a que habían llegado los dirigentes políticos nacionales, en el sentido de que doctor Balaguer no tenía calidad para participar en los primeros comicios libres; pues estaba descalificado, pura y simplemente, por sus estrechos nexos con Rafael L. Trujillo y los herederos de éste aún en los días en que el pueblo luchaba a brazo partido por reconquistar su libertad y asegurar de nuevo la vigencia de los derechos humanos en el país”.
El rumor sobre el regreso de Balaguer el jueves 22 de noviembre estuvo en sintonía con el veredicto de la Junta Central el lunes 19, rechazando su candidatura presidencial por el Partido Revolucionario Dominicano Autentico (PRDA), alegando que la convención donde fue escogido se había efectuado de modo irregular y con sobrados vicios de constitución.
A partir de esa decisión, los adversarios de Balaguer se olvidaron de éste, aunque continuó incidiendo en la política criolla, incluso en el gobierno de Bosch, pues sus mensajes grabados en la ciudad de Nueva York, se seguirían escuchando ocasionalmente en el país, a través de las emisoras “La Voz del Trópico” y “Radio Quisqueya”.
En el gobierno de Bosch, los enemigos de Balaguer estaban fuera del Palacio Nacional y las oficinas públicas, cobijados en una agrupación nueva que había adoptado el nombre de “Acción Cívica Independiente”, liderada por los señores, ingeniero José Andrés Aybar Castellanos, doctor Lidio A. Duval, doctor Rafael A. Ricart, doctor Antonio Frías Gálvez, Hipólito Gil hijo, Rafael Alejandro Melo Sánchez, Adriano Gómez Rodríguez, Robinson Ruiz López, Abelardo Jiménez Peña, Daysi Salazar de Pimentel, Henri de Mondessert, Máximo Gómez Franco, Freddy De Oleo Montero y licenciado Miguel A. Gómez Rodríguez.
Esa agrupación atacaba con frecuencia al gobierno de Bosch y no desperdiciaba ocasión para arremeter contra Balaguer, insertando en la prensa de nuevo el tema de los sucesos sangrientos de la calle Espaillat y el parque Independencia en un espacio pagado de fecha 21 de marzo de 1963.
Por último hay que decir, que Balagurt en el exilio se constituyó en un defensor ardiente de la Constitucionalidad, quedando para la historia el mensaje que dirigiera a los militares el 11 de junio de 1963, advirtiendo sobre el peligro del golpe de Estado al gobierno del profesor Juan Bosch. Pidió entonces a los hombres de armas que desoyeran “los cantos de sirena” que les insinuaban rebelarse contra el gobierno o imponerse sobre las ruinas de la Constitución, ya que lo correcto era mostrar un rol de equilibrio y no un elemento de discordia, para contribuir a afianzar el imperio de la ley y no a quebrantarlo o disolverlo.