Por Rafael Méndez (Notas para una tesis) La conceptualización y contextualización del proceso de ruptura debe entenderse como el salto histórico-político, como negación de una conducta y actuación, moral y ética, de un régimen y de una época caracterizada por el crimen, la persecución política, la corrupción, el nepotismo y todo tipo de práctica negadora de los fundamentales derechos ciudadanos.
Un breve recorrido histórico por una parte de los países de América Latina en los que se han producido procesos que han significado verdaderas rupturas, que han significado periodos de transición hacia estadios cualitativa y cuantitativamente superiores, hay que destacar la triunfante Revolución Cubana, de 1959, encabezada por Fidel Castro, el cual constituye el primero y más alto ejemplos de la región.
El joven Castro derroca con las armas en las manos la dictadura de Fulgencio Batista y pone término al dominio imperial sobre Cuba, que mediante subterfugios constitucionalmente amañados, como la Enmienda Platt, reservaba dominio de territorio para Estados Unidos, y que como herencia de esa imposición pervive la Base Naval de Guantánamo, mancillando el suelo de José Martí y Máximo Gómez.
Otro referente regional digno de reseñar lo constituyo la firma del Acuerdo de Punto Fijo, entre los Partidos Acción Democrática y COPEI que en principio pareció ser una verdadera ruptura para gobernar la nueva Venezuela democrática, como negación de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, pero que devino en gobiernos altamente represivos, criminales, corruptos y entregados a los designio del amo del Norte.
De ahí que esa transición hacia nuevos estadios democráticos y populares que marco la verdadera ruptura en Venezuela lo constituye el fallido intento de golpe de estado militar que encabezó el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías el 4 de febrero de 1992, para derrocar el gobierno Adeco de Carlos Andrés Pérez, que había colocado a ese país en una anarquía total y en hechos de represión y muertes a mansalva, que tuvo su punto culminante con el llamado Caracazo.
El 4f resulto “por ahora” un fracaso militar, pero una resonante victoria política que marcó el inicio de una nueva era con el devenir histórico y social de la República Bolivariana de Venezuela liderada por el presidente Hugo Rafael Chávez Frías, que trajo aparejada la construcción de una sociedad socialista y un referente esperanzador para todos los pueblos oprimidos del mundo.
En ese orden hay que destacar la Revolución Sandinista que derroca en 1979 con las armas en las manos la tiranía de los Somoza, con lo que se inicia la construcción de una nueva sociedad que en una primera etapa fue malograda como consecuencia de la guerra de baja intensidad montada por el Gobierno de Estados Unidos, pero años después retorna al poder por la vía electoral y retoma el programa socialista hacia una nueva sociedad.
El movimiento indigenista liderado por Evo Morales y su Movimiento al Socialismo arriba al poder en Bolivia, con lo que se inicia un proceso de construcción de una nueva redención para las etnias que pueblan el altiplano suramericano y para el conglomerado social excluido de las riquezas nacionales.
En Chile la Concertación Democrática sustituye en el poder al dictador Augusto Pinochet, uno de los regímenes más sangrientos y represivos del Continente, que había derrocado al Gobierno de la Unidad Popular, del presidente socialista Salvador Allende, a lo que hay que añadir los gobiernos social demócratas y socialistas en Brasil; el Frente Amplio, en Uruguay, con Tabaré Vásquez y con el ex líder guerrillero Pepe Mujica, y en sentido general, la superación de las dictaduras militares de los 70s y de los 80s, en América del Sur.
El autor es periodista-diputado