Las mujeres dominicanas van cayendo como moscas todos los días, asesinadas por hombres posesivos que se obsesionan y enloquecen de impotencia llevándolos al crimen más abyectos y abominables, tan insensato y cruel, que terminan suicidándose.
Del 2005 al 2016 más de cien mujeres por año fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. La prensa frívola los llama “feminicidios” o “crímenes pasionales”. Este año, como ya es costumbre, en los últimos 12, alrededor de cien mujeres terminaran en el cementerio dejando una estela de llanto, dolor y luto en los hijos, padres, amigos y relacionados, que jamás podrá ser borrada.
Al gobierno parece no importarle mucho las tragedias que a diario se repiten. Las “casas de acogidas” no han sido creadas en las provincias del país como prometió Danilo Medina. El Ministerio Público no protege con la rigurosidad que demandan las circunstancias a las víctimas. Muchas veces la Policía no hace caso o se burla de las denuncias de maltrato. La mujer dominicana está desprotegida.
Matar mujeres es como una moda. El machismo sobrepasa los límites de la tolerancia. “Si me somete por la manutención de los muchachos te juro que te mato”, le grita el hombre. “Si me pones una orden de alejamiento donde que quiera que te vea te doy un tiro”, le advierte. “Si no vuelves conmigo te daré por donde más te duela”. Y mata a los hijos de ambos. La persigue, la amenaza, la acosa, la golpea. Ella teme por su vida. No sabe qué hacer. Ir a la Policía es un riesgo. La pobre está indefensa. Se entrega a “lo que Dios quiera”. ¡Y ni Dios las protege!
Más del 98 % de las mil 200 y tantas mujeres muertas a menos de sus maridos, ex maridos, novios o amantes son pobres. No tienen nombres ni apellidos. No pertenecen a las clases altas, por lo tanto, al gobierno les importan poco o nada. El Ministerio de la Mujer, igual que el de la Juventud, hace tiempo debió desaparecer. Es el dinero peor invertido.
El gobierno gasta miles de millones de pesos en propaganda y publicidad para mantener bocinas en los medios de comunicación; miles de millones en senadores y diputados, reparte los cargos públicos como un botín para mantener parásitos políticos que deben estar en la hoguera. En fin, 90 mil millones son dilapidados todos los años por este gobierno corrupto, pero no evita los asesinatos de hombres celosos con el cerebro del tamaño de una nuez. Un gobierno así, un Estado así, no tiene razón de existir.
Me pregunto, ¿qué pasa con los hijos de las víctimas? ¿Dónde van? ¿Quién los atiende? ¿Quién los viste, los alimenta, cuida su salud, su educación y les garantiza un techo o una familia sustituta que les permita crecer sin mayores traumas hasta convertirse en ciudadanos ejemplares? ¿El Estado? Se supone. Pero no es así.
Nada justifica el crimen. ¡Nada! “Nadie es de nadie si hay alguien que lo desea”, dijo el poeta Neruda. La mujer no es una cosa, no es un objeto, no es una propiedad. No es “mi mujer”. Ellas, como dicen las feministas, no solo suman más de la mitad de la población del mundo, sino que son la madre de la otra mitad, por lo tanto merecen vida, respeto y amor.
En mi libro de poesía “Noches de Insomnio” escribí: “El amor no mata, ama”. Es cierto, mata el odio, la venganza, la furia, nunca el amor. Nadie mata por amor. El amor es perdón, tolerancia, solidaridad, comunicación, ternura, comprensión, besos y abrazos. La unión entre un hombre y una mujer es un acuerdo que se rompe cuando uno de los dos deja de amar. Así de simple, así de sencillo.