Hasta que apareció por estos lares un individuo de camisas de elegancia vistosa haciéndose promocionar como profeta y acogido como tal por líderes de la comunidad evangélica, daba por hecho que la época de los profetas había acabado cuando Herodes Antipas dispuso la ejecución de Juan el Bautista, “porque todos los profetas y la ley hasta Juan profetizaron” Mt 11,13
“De cierto os digo, que no se levantó entre los que nacen de mujer otro mayor que Juan el Bautista; mas el que es más pequeño en el Reino de los cielos, mayor es que él” Mt 11,9
Sin embargo, el último de los profetas, aunque en el calabozo experimentó dudas, cumplió con toda humildad dos misiones claves para el desarrollo de la obra de Jesús: El, la figura de mayor prestigio e influencia de cuantas habían sido anunciadoras de las buenas nuevas, transmitió todo su prestigio al sucesor, y cumplió con la tarea de anunciarlo:
“Yo los bautizo en el agua, y es el camino a la conversión. Pero después de mi viene uno con mucho más poder que yo, -yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias -él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego”.
El que anduvo por aquí no era portador de ningún anuncio, ni priorizó en la labor evangelizadora, más bien vino a exhibir los poderes que dice le han sido dados para curar todos los males.
Nada que ver con Lucanus, el amigo de Pablo, que desde la niñez se había interesado por las curaciones con el interés de desafiar a la muerte. No conoció a Jesús, pero alcanzó a visualizar la estrella que anunciaba su nacimiento, y si pudo palpar directamente de María, las vivencias con su hijo, que había sido crucificado y posteriormente la tumba fue encontrada vacía, expandiéndose la creencia en que había resucitado.
El fuego que Saulo de Tarzo sintió camino a Damasco, cuando iba al exterminio del último reducto de los seguidores de Jesús, también se fue impregnando en el amigo practicante de la medicina, y ambos llegaron al convencimiento de que el mensaje de Jesús no era para un solo pueblo, sino para todas las naciones, era católico.
Con la fe, Lucas sintió que su poder de sanación se acrecentó, pero nunca consistió en ponerle los dedos a una persona en el lugar donde estaba concentrada la afección y proclamarla sana, sino en proporcionarles las medicinas que entendía correspondían, elaboradas con plantas medicinales, hizo gran fama, pero no fortuna.
El que vino por aquí, lejos de emparentarse con los profetas bíblicos, es un exponente de la era de la tele evangelismo inaugurada en los Estados Unidos en los años 50 por Bill Graham y el curandero Oral Roberts, y que, en época más reciente, estuvo liderada por Jimmy Swaggat.
Se ha cuidado se emular ciertos símbolos que lo emparenten con los grandes profetas, por eso, siguiendo el mismo criterio de Pablo y de Lucas, el nombre de su iglesia invoca la universalidad, y se ha construido una historia de nacimiento sobrenatural similares a la de los dioses, que nunca son el producto de una concepción normal.
Como Juan el Bautista, fue el producto de dos padres de edad tan avanzada que no estaban en capacidad de concebir, y Jesús, nació de una virgen, el señor que vino dice haber permanecido 15 meses en el vientre de su madre.
Su práctica delata provecho de la ignorancia