Por Rigoberto Bello. A raíz de la reciente ola de robos, atracos, asesinatos que se han registrado en los últimos días en el país, cabe hacerse la siguiente interrogante; será que los planes y operativos puestos en marcha para frenar la delincuencia no han funcionado.
Algo no huele bien, y al parecer desde el gobierno no se tiene la suficiente voluntad política, para ordenar a la Policía Nacional que salga a las calles a hacer su trabajo de manera enérgica, pero sin excesos.
La pregunta que no tiene respuesta hasta el momento, es por qué si las autoridades saben muy bien que los atracos y asesinatos que tienen en ascuas a la población se producen cuando dos individuos con perfiles sospechosos andan en una motocicleta, por qué no hacen nada para detener a esas personas, que por su facha todo el mundo sabe que se trata de jóvenes delincuentes.
La delincuencia no respeta edad, sexo, insignias y mucho menos uniformes militares. Los guardias y policías cuando andan con sus respectivas armas de reglamento deben caminar de forma muy cautelosa, porque en cualquier lugar son víctimas de esos desaprensivos que salen a buscar el sustento de sus familias, armados hasta los dientes con pistolas que le han quitado a los agentes del orden.
Es una situación difícil, si el guardia o policía se defiende para no dejarse matar por un delincuente, sus propias instituciones, le dan la espalda, no lo defienden cuando tienen que acudir a los tribunales a declarar sobre un determinado incidente ocurrido en el desempeño de su deber.
De seguir así como vamos, en poco tiempo la gente honrada, trabajadora y decente no podrá salir a la calle, tendrá que dejarle el espacio a los delincuentes, que andan en las vías públicas haciendo y deshaciendo sin que desde el Poder se le plante cara al problema.
El punto más débil que tiene la gestión de gobierno del presidente Danilo Medina, de acuerdo a la gente común y corriente, es que no ha podido poner freno a la ola delincuencial que se vive en el país.
El gobierno luce amarrado, parece un preso de confianza de la delincuencia, sin una estrategia creíble de cómo afrontar la problemática. Los organismos de seguridad conocen muy bien cómo se frena esa delincuencia rastrera, despiadada, ejercida por personas que ya no merecen vivir en sociedad.
Solo faltaría por convencer al primero entre sus iguales, al número uno, al pato macho, que de una orden y veremos si los delincuentes son tan valientes para permanecer en las calles, ya que de lo contrario si las autoridades no reaccionan ante esta afrenta, de seguro que la delincuencia se va a tragar la imagen del gobierno.