Resulta lo más natural y lógico que en la lucha por el poder en el ámbito democrático, es decir, mediante la participación electoral, a la oposición le convenga el descalabro interno de la formación que administra el Gobierno para de ese modo sustituirle en la conducción del Estado.
Quien vea algo malo o conspirativo en esto, o está mal del juicio o es un fanático incorregible. Hay situaciones específicas en el discurrir político de la República Dominicana que ilustran lo que apuntamos.
1. La oposición, liderada por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), que tiene detrás a unos cuantos vagones—incluyendo a la Marcha Verde—procura cebarse en los errores del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y si fuese posible en su división para conseguir su desplazamiento del Gobierno. Lógica opositora.
2. El Partido de la Liberación Dominicana debe estar consciente de que la lógica de la oposición se fundamenta, primero, en el fracaso de su administración—lo cual, hasta cierto punto es subjetivo, pues dependerá casi siempre del grado de interés que prime en el análisis—, y segundo, en la posible fragmentación peledeísta.
La primera de estas dos premisas no depende del PLD. Como ya apuntamos, tiene mucho que ver con los niveles de satisfacción o frustración personales.
La segunda sí. De ahí que hacerla concreta sólo depende de la dirigencia de la formación oficialista, en razón de que una división no se influye desde afuera, como sí ha ocurrido en otros partidos, en los cuales factores externos y maniobras a conveniencia de terceros han provocado su fragmentación.
Casos concretos, los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC), en cuyas reiteradas divisiones han tenido mucho que ver elementos ajenos.
Conocido el panorama, los peledeístas serían los únicos responsables de su descalabro. Y cuando hablamos de los peledeístas en realidad la lista se reduce a dos: Danilo Medina y Leonel Fernández que son (primos inter pares) quienes tienen el poder de dividir.
Y me explico: cualquier otro miembro del PLD que decida abandonar sus filas lo haría acompañado de tres y cuatro, no así el presidente y el expresidentes, quienes sí tienen el liderazgo para que una eventual partida sea seguida de miles de sus parciales, creándole al partido de Gobierno el peligro latente de perderlo.
De ahí que adquiera una significativa relevancia lo afirmado por Leonel en el almuerzo compartido por el Comité Central, en el sentido de que el PLD irá unido a las elecciones de 2020, augurándole una nueva victoria.
Sin embargo, eso no depende de la buena intención de sus líderes, sino, y sobre todo, de pasos concretos y de mantener el espíritu de cuerpo que le ha caracterizado.
Otro elemento que deben tomar en cuenta los peledeístas es olvidarse del alegato, más o menos amplio que existe en el país, de que por la debilidad aparente de la oposición, el PLD tiene asegurada su continuidad en el Gobierno.
La supuesta debilidad de la oposición puede resultar en una trampa mortal que atrape a quienes en política—como en la guerra—hagan cálculos erróneos proyectando enemigos pequeños. En ambos casos, o sea, política y guerra, no existen enemigos pequeños sino enemigos.