Tarde, tal vez demasiado tarde, he descubierto que la política, concebida como la practican hoy día los dirigentes de los principales partidos, no está hecha para mí, porque se ha degradado tanto que impide que gente con algunos valores éticos y morales se aleje de ella, lo cual probablemente sea un error, pero es tanta la bajeza, la podredumbre, el estiércol, la traición, el oportunismo, la corrupción; que en la política que se hace en la Era del PLD solo caben los desheredados de la vergüenza, la dignidad y el decoro que acompañó durante siglos a los forjadores de la Patria.
Decía Juan Pablo Duarte que “la política no es especulación, es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía”. Pero ellos lo olvidaron.
Afirman desde hace cerca de 20 años que “en política lo que importa son los resultados”, que “la política no tiene ética, ni tiene moral” y que el éxito, no importa cómo se logre, no se cuestiona. (¡Basura!)
Su éxito está medido por la acumulación de capitales que hoy resultan desorbitantes; en riquezas insospechadas; en artimañas, trampas, robos de elecciones, saqueo del patrimonio público, asaltos y crímenes, estimulo del micro y narcotráfico a través de puntos de drogas que mantienen a una buena parte de la juventud de los barrios marginados adormecidos y enfermos por su adicción.
Juan Bosch, el peor profesor de la historia política dominicana porque todos sus alumnos no aprendieron nada de sus lecciones, quemándose con notas muy bajas, sobre todo en moral y cívica, tenía la consigna “Maoísta”, “ir al partido para servir al pueblo”. Pero sus muchachos fueron al partido para servirse ellos a costa de la pobreza y la miseria de su pueblo.
La política, compay, la política…
He visto con pena como Leonel Fernández, tres veces presidente de la República, abraza, con tristeza, cabizbajo y vencido, a quienes lo vencieron utilizando los recursos del Estado, como lo hizo él antes. He visto a un hombre literalmente arrodillado antes quienes trajeron al país por el Aeropuerto Peña Gómez, al capo Quirino para involucrarlo con el bajo mundo, tratando de dañar su imagen cobrándole una supuesta deuda de 200 millones de pesos, acción que estuvo acompañada de una ensordecedora y millonaria campaña mediática patrocinada por el Palacio Nacional.
Lo vi en una boda a la que jamás debió ir. Ni por cortesía. Lo vi abrazar con la distancia de una estrella polar al súper ministro José Ramón Peralta. Y sentí pena y vergüenza ajena al mismo tiempo. Nadie puede degradarse tanto, ni caer profundo; nadie puede perder, bajo ninguna circunstancia, su dignidad.
Ver tantos tránsfugas en la boda que debió costar muchos millones de pesos que alguien debe explicar su procedencia puesto que la declaración jurada del padre de la novia es muy baja, fue una muestra más de qué tan bajo han caído muchos. Aquella actividad fastuosa, social, política y farandulera, debió avergonzar a muchos de los presentes y a todo el pueblo dominicano porque sirvió para enrostrarle su poder y su grandeza.
Tarde, tal vez demasiado, me he dado cuenta que la política, como se práctica hoy día, no está concebida para personas que aún conservan algo de dignidad, decoro y respeto por sí mismos, por sus hijos y por sus amigos.
La política hoy, en la Era del PLD, está concebida para gente que no tiene vergüenza, para gente capaz de venderle o alquilarle su alma al Diablo. (O al “Trujillo del Siglo 21”)