El camaleón político dominicano, que vive cambiando de color y de discurso, lo comparo con el pasaje bíblico de la enardecida multitud que proclama a Jesús, a su entrada a Jerusalén, como el Rey, el Mesías, el enviado de Dios que tanto tiempo había esperado el oprimido pueblo de Israel. Horas después esa misma furiosa multitud lo maldecía, pidiendo que liberasen al delincuente Barrabás, en vez de aquel Maestro que a nadie había hecho daño y para todos quería el bien.
Perdonen la comparación, pero esto se aplica para políticos y algunas personalidades nuestras que se pasaron la vida diciéndole “¡Señor, Señor…Dios!” al empresario Ángel Rondón, trabajando, recibiendo favores: él les sirvió de intermediario, cabildero para la solución de tal o cual problema (familiar-empresarial). Y ahora lo traicionan: piden que le caiga todo el famoso “peso de la Ley” y se alegran que Estados Unidos le retire el visado.
A esos “vende Patria”, les digo que si la Justicia dominicana no puede establecer la culpabilidad o inocencia de Rondón en el caso Odebrecht que la cierren. Constituye una afrenta, un abuso que cuando se le está conociendo un juicio a un dominicano, se produzca la injerencia de otro país –sea una potencia o no– para presionar a los jueces.
Si somos una nación independiente, no podemos tolerar presión o injerencia en nuestro sistema de Justicia. Si somos una colonia o finca bananera norteamericana, podemos tolerar y celebrar que a un dominicano le retiren la visa, bajo las circunstancias que se lo hicieron a Rondón.
Cuántos dominicanos están presos en Estados Unidos o los deportan como animales en jaulas; y ninguna autoridad dominicana se atreve a presionar ni siquiera pidiendo un trato humano.
El mismo día que le quitaron la visa un juez honrado (tan honesto que lo comparan con la magistrada Mirían Germán) me comentó que eso es un mal precedente y un golpe bajo a la Justicia dominicana porque se trataba de condicionar la decisión de los tribunales en el caso Odebrecht. Me explicó que el “señor Rondón no tiene asuntos pendientes con la Justicia norteamericana, sino con la dominicana y los jueces deben actuar apegados a la Ley, pero sin presión”.
Rondón tiene razón al decir que “es un pleito entre el huevo y la piedra”, es decir, que un juez no querrá tirarse encima o tener de enemigo a EE. UU., que está mandando una señal clara en contra de un acusado.
Yo quiero justicia en este y todos los casos de corrupción, pero no se puede acomodar una decisión judicial para favorecer otro país, pues en el fondo el plan es sacar a Odebrecht de la región, ya que había desplazado a empresas norteamericanas.
El Departamento de Estado de EE. UU., está defendiendo sus intereses comerciales y en nada le interesa que en “RD” haya o no corrupción. “Odebrecht fue corrupta en todos los otros países menos en Estados Unidos. Perfecto, porque Estados Unidos tiene su principio que lo que importa es su dinero” (sus intereses), dijo Rondón.
Ese es el enfado con Rondón y todo el que Estados Unidos entiende tuvo que ver con los negocios y primacía de Odebrecht en Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú. Está más claro que el agua: quiere destruir a Odebrecht porque además sirvió de soporte a nuestra izquierda progresista y todos sus líderes americanos: Hugo Chávez, Rafael Correa, Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Evo Morales, Ollanta Humala.
Posdata: no conozco a Rondón ni he recibido sus favores o de Odebrecht (soy un reportero que anda en una vieja camioneta); pero prefiero mil veces defenderlo a él (como dominicano) que aplaudir la injerencia de un país que nos impuso las peores dictaduras: los Somoza, Trujillo y Batista. Y cada vez que surge un gobierno honesto-progresista da un golpe de Estado o lo asesina.
Recuerden al grandioso Salvador Allende, en Chile; el profesor Juan Bosch, en Santo Domingo, y la Guerra de Abril de 1965. Que esto nos sirva de reflexión para fin y comienzo de año.