Mi convicción, observando lo que acontece, es que existe una generación de personas que lo cuestiona todo, y se enfrenta a ese todo creando su propio mundo a través de las redes sociales y demás adelantos tecnológicos.
Las instituciones existentes, oficiales o privadas, que han simbolizado mucho para mi generacion, incluso la de entretenimiento y diversión, no representan nada para esa generación, a no ser que obstrucciones para sus espectativas y estilo de vida.
Desde ese recurso tecnológico, y todo el impacto social, económico, ideológico incluso, no solo ataca el establecimiento político y social, sino que se burla de él y lo evade, y crea una realidad que se percibe como virtual, pero que es muy real, que va obligando a modificar las conductas de los individuos.
Esa generación tiene su propio lenguaje para comunicarse y su código para entenderse, y percibe los valores y elementos emblemáticos de mi generación, como desecho de la historia, elementos inútiles que poco le sirven para vivir.
Las generaciones anteriores, a las que pertenezco, se aferran a resistir los valores y esquemas emergentes de los jóvenes de la posmodernidad, bajo la presunción de que sus valores son los válidos e imprescindibles para la existencia humana.
Y ese es el error, resistir ese volcán indetenible de los jóvenes, a los que se les identifica con generación milenial, que se atribuye a los nacidos a partir del 1980, cuando lo ideal es entender como necesario acompañarla, dialogar con ella, para que asimile el legado útil de la humanidad.
El avance de las ideas de esas nuevas generaciones es indetenible, porque hacen un recorrido sobre una plataforma que tiene como elemento dinamizador la innovación tecnológica, imposible de detener y contrarrestar.
De modo que, la generación X no debe resistir más a las generación Y, sino abrirle los cursos necesarios para que este proceso sea lo menos traumáticos posibles.