Por Edgar Sánchez.-Hoy, dos meses después de que Vicente García se alzara con tres premios Grammy Latino, en el Ministerio de Cultura aún gravita el espíritu festivo que contagia un mérito como este. Él no lo ha dudado ni un segundo: el talento, el trabajo y la disciplina siempre traen consigo aquellos reconocimientos que estimulan a un artista seguir trabajando.
A pesar de las dificultades que afrontó para ventilar su último disco, “A la mar”, hoy en día cuando se habla sobre su música el tema recurrente es su gran conquista: mejor álbum de cantautor con “A la mar”, mejor canción tropical con Bachata en Kingston, y mejor artista nuevo.
Su música se ha convertido en una cita esencial que, al escucharla, no solamente la bailamos: también nos reconocemos a nosotros mismos. En ella se advierte un recorrido a través de la dominicanidad desde sus raíces básicas, demostrando así que la música, al margen de sus muchas posibilidades comerciales, también puede ser una expresión con la que se divulgue nuestras tradiciones.
“Yo estoy contento con lo que ha pasado este año, sobre todo por el disco que llevó a todo esto. Fue un disco que lo empecé haciendo distanciado de que tuviera una repercusión comercial. Lo emprendí como una búsqueda de mis orígenes, de la música dominicana y afrodescendiente”, explicaba el joven cantautor entre bromas y más de un apretón de manos, tras ser recibido por el ministro Pedro Vergés en su despacho, minutos antes de que conversara con MiCultura.
Sus palabras hacia el ministro Vergés se expresaban con una cautela que, junto a su mirada, a ratos esquiva, le conferían el semblante típico de una persona tímida; sin embargo, todo a su alrededor testimoniaba la satisfacción que le otorgan los méritos que a sus 34 años ha comenzado a cosechar.
“Para mí este era el disco menos comercial, y que menos intención tenía de internacionalizarse”, confesó, “sin embargo, ha sido todo lo contrario, y eso me encanta, porque además de los premios y toda la parafernalia que rodea a eso, ha venido junto a un trabajo muy sincero que representa mucho lo que somos nosotros como dominicanos, tanto en la música y los ritmos como en la manera de decir las cosas. Eso me enorgullece”, concluyó, mientras procuraba recordar dónde había colocado la mochila negra en la que se encontraba el CD que pretendía obsequiarle al ministro.
En principio, lo que más impresiona de Vicente García mientras se conversa con él, además de su humildad, es la sencillez “engañosa” con la que se expresa, porque, aunque pareciera que hablara con desinterés, resulta ser todo lo contrario: sus ojos reflejan la compostura de quien ama lo que hace y se contenta por ello.
El Antillano, como le llaman cariñosamente sus amigos colombianos, país en donde reside desde hace años, recuerdó que lo primero que sintió aquella noche mientras subía a recoger las estatuillas fue sorpresa y orgullo, sobre todo, como él mismo expresó, por tratarse de un disco con una naturaleza muy distinta a la que comúnmente se consume y se premia.
La elaboración de este disco, comentó el joven intérprete de “Carmesí”, le tomó cinco años, comprendidos desde el proceso de investigación hasta proceso de grabación. En la búsqueda de sus raíces y el descubrimiento de nuevos ritmos musicales, Vicente siempre ha puesto el ojo en la investigación. Y es de esperarse, porque la fusión entre Bachata y Reggae, Pri-prí y Gaga, la música de los Congos de Villa Mella y cantos populares dominicanos, además de otros elementos foráneos, es lo que caracteriza su galardonado disco “A la mar”.
Sus orígenes en la música se remontan al 2002, cuando inició su carrera musical junto a la reconocida banda Calor Urbano. Desde entonces, y a partir de su recorrido como solista, dos discos musicales, Melodrama (2011) y A la mar (2016), además seis sencillos aplaudidos, separan a su carrera del momento que actualmente vive su proyecto de vida; momento en el que ya comienza a trabajar su próximo disco, que como es de esperarse, dice, va a tener mucho de lo dominicano, pero desde otra perspectiva, que, aunque nos quiso avanzar algunos detalles, explicó no poder hacerlo todavía, como si se tratase de una sorpresa.
Para Vicente, presentar la diversidad cultural dominicana y caribeña ha representado un reto que con el tiempo le ha dejado muchas cosas claras: “Después de trabajar la música de mi país, interesarme por la cultura en general, eso ha marcado en mi vida un antes y un después”, comentó. “Ha sido un cambio en mi vida componer al amor y al desamor, pero dicho desde una perspectiva muy dominicana, con el uso de costumbrismo, lugares o términos con los cuales en otros espacios la gente se cuestione sobre de qué estoy hablando. Eso que nos identifica es lo que realmente puede ser valorado. Haber encontrado ese cariño por lo nuestro me cambió como artista y ser humano”.
A pesar de vivir debajo de otros cielos, continuar produciendo la música que le gusta es aferrarse a la idea de que sus lazos con la dominicanidad le acompañarán a donde quiera que vaya. “Cuando me fui a Bogotá, a pesar de que venía de un proceso de búsqueda de lo que somos como dominicanos, una vez allí fue que me sentí verdaderamente dominicano. Allá todo el mundo me conoce como tal, y eso se metía mucho en mí. Esa etapa de vivir allá refleja mucho en el disco esa parte nostálgica de no estar aquí en República Dominicana, y el público colombiano lo ha abrazado súper bien”.
Mil 607 kilómetros separan a Colombia de Santo Domingo, pero sus raíces culturales, esa a la que le canta su propuesta, es lo que siempre lo mantendrá unido a su país. ¡La música nos pone alas en los pies!