La mayoría de los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana son egresados de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Algunos de ellos han sido rectores y profesores. Leonel Fernández no solo es graduado de la UASD, sino que fue docente durante muchos años. Danilo Medina también en ella aunque no se graduó.
Muchos de los miembros del Comité Político y del Comité Central del PLD reclamaron en las calles durante los gobiernos de Joaquín Balaguer, que igual egresado de esa universidad, reivindicaciones tan importante como el 5% del presupuesto nacional consignado en la ley, que hoy serían más de 26 mil millones de pesos.
Los mismos que en el pasado exigían el 5% para la universidad, son los que hoy se lo niegan. Dejaron de amar su “Aula Magna” a tal grado que sus hijos estudian o estudiaron en universidades de élite tanto del país como del extranjero. Ningún hijo de ministro o funcionario del PLD estudia o ha estudiado en escuela pública o en la universidad del Estado porque saben de sus deficiencias.
Pienso que el pacto por una Educación Dina y de Calidad que firmaron los candidatos durante las elecciones del 2012 después de una larga jornada de lucha popular, prometiendo otorgar el 4% del Producto Interno Bruto a la educación, más de 150 mil millones de pesos actualmente, debió incluir, capítulo aparte, la educación superior.
Los cambios y transformaciones que se producen en el sistema educativo formal, también deben producirse en la educación superior porque de ahí salen los profesores, médicos, ingenieros, etc.
El país debe discutir qué hacer con la UASD cuyo presupuesto es apena de 8 mil millones de pesos, con 19 recintos, más de 200 mil estudiantes, casi 5 mil empleados y poco más de tres mil docentes. (Casi 70 estudiantes por profesor es insólito hoy día, cuando deben ser 12 o 15. Digamos que 20, como mucho)
Lo que invierte el Estado por estudiante, comparado con universidades públicas de otros países similares al nuestro, es inaceptable. República Dominicana gasta poco más de 800 dólares por estudiante, en tanto que otros de la región, cuya economía no crece tanto como la nuestra, según el Banco Central, invierten más de 4 y 5 mil dólares per cápita.
Pero antes de cualquier inversión cuantiosa en la UASD hay que hacer una revolución; debe surgir otro “Movimiento Renovador” en el que participen las autoridades académicas, el gobierno, los partidos y la sociedad civil. Es otra coalición.
Darle a la UASD el 5 o en 6 por ciento del presupuesto sin antes producir los profundos cambios que amerita, sería echarlo en un barril sin fondo. En la UASD hay que terminar con la politiquería y el clientelismo. Urge convertir la UASD en una verdadera universidad, que esté a la altura de las mejores de América Latina, no de las peores. La UASD no puede seguir siendo un centro parasitario y mucho menos un negocio. No es posible que determinados “empresarios” inviertan millones de pesos para decidir las autoridades quienes deben dirigirla para sacar grandes beneficios en el comedor económico y otras áreas, como viene sucediendo desde hace muchos años.
Las huelgas constantes de profesores y empleados no deben continuar. La nómina no puede seguir consumiendo presupuesto. La lucha no debe ser contra el rector de turno, es contra el gobierno. La suspensión constante de la docencia tiene que ser rechazada por la sociedad. Los partidos lejos de hacerle bien a la UASD le hacen un daño terrible.
Por todos esos elementos, y otros, es que reclamo un pacto para la UASD, que terminará beneficiando a más de 200 mil estudiantes de escasos recursos económicos que residen en todos los pueblos y campos del país que merecen por derecho, una educación digna y de calidad en todos los niveles.
La UASD debe estar al servicio del país. No el país al servicio de una UASD clientelar y parasitaria donde medra la mediocridad y la vagancia.