El PLD se robó las elecciones del 2012 y con ellas también se apropió –por la fuerza- del Congreso y la Judicatura, obteniendo ganancia de causa por igual de los poderes fácticos incluyendo buena parte de los medios de comunicación –con sus bocinas- y de las iglesias, con sus sacerdotes y pastores de las distintas denominaciones cristianas que tenemos. (Sin contar, claro está, del poder inmenso que dan una corrompidas Fuerzas Armadas y la Policía Nacional) En fin, el PLD lo tiene todo como a pedir de boca. Es, aunque muchos no quieran admitirlo, una dictadura constitucionalizada.
Con un problema, los esquemas del Trujillo del Siglo 21 que Leonel Fernández temerosamente advirtió en una charla, marcha perfectamente bien, pero sobre la base de ignorar la Constitución que lo sustenta jurídicamente dándole un carácter de legitimidad que nunca tuvo ni tendrá, como lo prueba el escándalo Odebrecht que no tendrá solución en tanto vincula al mismísimo presidente de la República.
La ilegitimidad fruto del robo de las instituciones del Estado y el secuestro de la Constitución y sus leyes, caracterizan el gobierno que nos desgobierna con el apoyo de importantes sectores empresariales y comerciales que obtienen parte importante del pastel, sin importarle la suerte que corra el país.
El Comité Político del PLD –que sustituye al Congreso cuando es de su interés, como lo hizo con en las elecciones pasadas con el Tribunal Superior Electoral y la Junta Central Electoral- después de cuatro meses y medio que decidió una comisión de juristas constitucionalistas para determinar si las primarias de los partidos deben ser abiertas o cerradas, decidió dejar a sus lacayos en libertad de hacer lo que les dé la gana.
Después de 20 discutiendo la ley de partidos, que ya está consensuada en más de un 90%, el poderoso Comité Político decide en una “reunión histórica” dejar en libertad a los legisladores para que decidan.
Pero el presidente de la Cámara de Diputados, Rubén Maldonado, en un gesto de genuflexión sin límites advierte que el Comité Político ni el PLD abandonan su derecho a decidir tanto en el Congreso como en cualquier otra institución del Estado. ¡Uf!
Sorprende igualmente que uno de los principales dirigentes de la oposición jubiloso haya dicho que la decisión del PLD abre las puertas para un pacto político. ¡Cuánta ingenuidad!
Danilo Medina todas las semanas borra de un plumazo la institucionalidad democrática cuando se convierte en Ley, Batuta y Constitución durante las “visitas sorpresas” disponiendo de los recursos del Estado como si fueran suyos, convirtiéndose en ministro de Agricultura, de Obras Pública, etc., etc., algo que no ocurre Somalia – en África- ni en la República de Haití.
El anuncio del Comité Político en torno a la ley de partidos es una burla más; un acto de cinismo al que nos tiene acostumbrado; una falta de respeto a la población y una muestra de que la oposición política es una caricatura. En sus ponderaciones y decisiones el PLD no toma en cuenta a los partidos que lo adversan porque saben que tienen fuerza, que no accionan como deben, que tienen miedo. El PLD no le teme a nadie, ni siquiera al pueblo al que la dan más circo que pan. Un pueblo que mayoritariamente se vende por 500 pesos y Un Pica Pollo.
Ahora resulta que la ley de partidos será un regalo del PLD, una muestra de desprendimiento, de su apertura, de su sentido democrático, no de la lucha de los partidos ni de la sociedad civil como ocurrió en el 4% para la Educación que fue una conquista de todos, no una limosna del gobierno.