Cuando el bombardeo de drogas desde el espacio aéreo de la República Dominicana alcanzó el cenit de su apogeo antes de la entrada en operación de los aviones de vigilancia adquiridos en Brasil, agencias de los Estados Unidos suministraban con frecuencia las trazas que sus satélites captaban de naves que se dirigían a nuestro país para descargar su mercancía en cañaverales y caminos convertidos en pistas clandestinas.
Esas informaciones servían de poco a nuestro país, cuyas agencias de persecución de ese delito carecían de poder de persuasión de los narcotraficantes internacionales que contaban—y siguen contando aún—con las lógicas ramificaciones en la República Dominicana.
A pesar de las limitaciones, nuestra Fuerza Aérea ha logrado reducir a cero el ingreso por el aire, aunque estamos muy lejos de doblegar ese flagelo por otras vías, y el contrabando de cocaína y otras drogas fuertes ocurre a través de contenedores por los muelles.
En cambio, Estados Unidos dispone de un casi ilimitado poder de fuego que en cuestión de minutos podía evitar que esas naves llegaran al territorio nacional como tránsito, pero nunca lo hizo ni lo hace.
¿Por qué no lo hacía ni lo hace una nación cuyas Fuerzas Armadas son capaces de programar bombas "inteligentes" para que ingresen al dormitorio de enemigos y los eliminen sin causar más daños al entorno?
Los expertos en el tema tienen diversas opiniones al respecto, pero sin ser experto ni nada sólo hay que remitirse a lo que han dicho los propios funcionarios estadounidenses.
Por ejemplo, recientemente el secretario de Estado, Rex Tellerson, durante una visita al Perú, uno de los puntos en América del Sur desde donde salen grandes cantidades de drogas, dijo:
"Estados Unidos tiene que reconocer que es el mayor consumidor de drogas ilícitas. Tenemos que empezar a trabajar en ese problema”.
Antes que Tellerson, cuyas opiniones pueden considerarse teóricas, un hombre de uniforme y de combate, el general John Kelly, entonces secretario de Seguridad Nacional y ahora jefe de personal de la Casa Blanca, había reconocido "las múltiples dificultades de Estados Unidos para frenar el problema de las drogas" en su territorio.
Además de Estados Unidos, Europa también tiene un problema de creciente demanda de drogas, las cuales son suplidas por un narcotráfico con mucha capacidad para escabullir sus cargamentos y llevarlos a los consumidores particularmente en los países.
Es decir, que como reconocen esos importantes personajes, atacar la oferta sin hacerlo con la demanda es un caso perdido. Y justamente ellos no lo hacen.
La otra pata es el dinero. ¿A dónde llegan esos inmensos capitales de las drogas? Les tengo la respuesta: a los bancos europeos y estadounidenses. Dejémonos de historias.