Por Arsenio Hernández Fortuna.-Es evidente que el problema migratorio dominicano, de doble filo, no se resuelve a corto plazo, ni con medidas tremendistas, como un muro; ni con medidas de fuerza, como el envío de más soldados a la frontera.
Ya hay marinos en las costas dominicanas tratando de evitar que salgan yolas para Puerto Rico, además de los tiburones en el canal de la Mona y la Guardia Costera de Estados Unidos, y todavía en esta época siguen atrapando arriesgados viajeros que quieren llegar a ese país, a pesar de la difícil situación de la patria de Eugenio María de Hostos,
Menos difícil es cruzar el río Masacre o las lomas que limitan la llamada carretera Internacional y más desesperada se supone que es la situación de los haitianos que vienen para acá, por lo cual es ilusorio pensar que soldados y muro resolverán el delicado problema migratorio, DE DOBLE FILO.
Es claro que lo que puede retener a dominicanos en su tierra y a los haitianos en la suya es la creación de puestos de trabajo y, en general, mejores condiciones de vida que les estimulen a quedarse en sus lugares respectivos.
Desde hace muchos años se habla de la firma de tratados comerciales con Haití y Cuba que, de seguro, contribuirían a crear más empleos en este país y en los otros dos. “Al ojo por ciento”, para cualquiera que conozca La Habana, Puerto Príncipe y Santo Domingo, es evidente que este país sería el más beneficiado con esos acuerdos de intercambio comercial.
La implementación de esos convenios fue descuidada por los gobiernos de Hipólito Mejía y Leonel Fernández cuando se encandilaron con el llamado DR-CAFTA, acuerdo de libre comercio con EU y Centroamérica, que presentaron como solución a casi todos los males.
Ante la experiencia vivida con ese tratado, que ha beneficiado más a las importaciones desde Estados Unidos que cualquier otro elemento, es el momento propicio para retomar en serio la firma de convenios comerciales con Haití y Cuba que contribuyan a desarrollar miles de pequeñas y medianas empresas, las que crean más puestos de trabajo por capital invertido que las grandes. Más de 30 millones de habitantes se beneficiarían en los tres países.
Si fuera necesario hacer alguna concesión a Haití, por su condición de país de menor desarrollo relativo, se puede realizar, pues ya hay precedentes de ese tipo; sin menoscabar la demagógicamente manoseada soberanía nacional.
España y otros países menos desarrollados de Europa recibieron cuantiosos recursos alemanes para impulsar su agricultura y su industria y, en general, el comercio europeo, que hoy beneficia en primer lugar a la misma Alemania.
Incluso Haití compensaba a República Dominicana, cuando su economía era superior a la nuestra y se firmó el tratado comercial de 1874. Los haitianos entendieron entonces que esa compensación les convenía; los dominicanos de hoy también podemos entender lo mismo para estimular el intercambio comercial, en buena medida la venta de productos criollos, y contribuir a reducir la migración, creando mejores condiciones para regular la que perdure.