En una ocasión el presidente Joaquín Balaguer dijo que la Constitución “no era más que un pedazo de papel”. Olvidó decir que el papel era de inodoro o servilleta, que los presidentes usan a conveniencia limpiándose el trasero cada vez que les daba la gana sin consecuencia alguna, porque un presidente dominicano y un rey de la era medieval es lo mismo en términos de poder sobre los demás.
El hombre que juró y perjuró que no se reelegiría, que sólo quería cuatro años y ni un día más porque sabía que los funcionarios no saben distinguir entre sus bienes y los bienes públicos, es el mismo que modificó la Constitución para su propio y exclusivo beneficio; ese hombre es el que ahora monta otra campaña para intentar repostularse, por tercera vez, aun cuando la Carta Magna, taxativamente se lo prohíbe.
El transitorio que inteligentemente fue colocado en la Constitución no deja lugar a dudas: “En el caso de que el Presidente de la República correspondiente al período constitucional 2012-2016 sea candidato al mismo cargo para el período constitucional, 2016-2020, no podrá presentarse para el siguiente período ni a ningún otro período, como tampoco a la Vicepresidencia de la República”.
Es el famoso estilo estadounidense, un mandato con la posibilidad de otro, pero nunca jamás.
Los genios de la política criolla, algunos analfabetos y otros ilustrados, oportunistas y trepadores, dicen que Danilo sólo lleva un período bajo la Constitución del 2015 que él mismo modificó para reelegirse burlando los derechos fundamentales de los demás que también tienen el derecho de elegir y ser elegidos.
El presidente Leonel Fernández sabe que Danilo no cumple su palabra, que las promesas las olvida con la misma rapidez con que las hace. Fue por ese motivo que propuso ponerle candados a la Constitución para impedir el “Trujillo del Siglo 21” en un acuerdo que ahora Medina y sus aliados en el Comité Político ignoran.
Los derechos fundamentales no son absolutos, sobre todo cuando se habla de permanencia en el poder. De lo contrario los presidentes no abandonaran nunca el gobierno, se quedarían como los reyes hasta su muerte.
Todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos. Pero resulta que Danilo violentó el derecho de los demás cuando, utilizando los recursos del Estado en demasía, compró la reelección modificando la Constitución y corrompiendo las elecciones con fraudes diversos y uso de la fuerza.
Yo también tengo derecho a ser elegido, pero si me presento como candidato Danilo me aplasta con el dinero del Estado y el control de los medios de comunicación, del Congreso, la Justicia, la Policía y la Fuerzas Armados, violando mis prerrogativas fundamentales.
Como he dicho otras veces: Todos somos iguales ante la ley, pero algunos iguales –los del Comité Político del PLD, por ejemplo- son más iguales que los demás.
La Constitución y las leyes sirven de marco al democrático de una nación. En México el diputado dura tres años, el senador seis, al igual que el presidente; en Estados Unidos, un período que pueden ser dos y nunca más. En todos los países democráticos del mundo, la Constitución establece el tiempo que un individuo puede estar en el poder, lo cual no viola los derechos fundamentes de los demás, al contrario, la alternancia en el poder, los garantiza.
Danilo no se puede reelegir por tercera ocasión. La Constitución lo dice. Y si lo intentara –que todavía no lo creo- dividiría el PLD, crearía protesta en todo el país produciendo un clima de inestabilidad política que pondría en peligro la caricatura de democracia que aún nos queda. ¡Esta vez la reelección no pasará!