La cúpula de la iglesia católica –a la que le ha dedicado gran parte de su vida- no lo quiere. Considera que es un cabeza caliente que anda predicando la buena “palabra del Señor Jesucristo” en términos justiciero considerando que la tierra debe ser para el que la trabaja, que el país no es una finca propiedad de poco más de 20 familias y un grupo de políticos corruptos. Esas cosas, a los jefes de la Iglesia, no le gustan. Por eso el Padre Rogelio Cruz es algo así como un dolor de cabeza. (Un clavito en el zapato).
Por ser como es, controversial, carismático, leal a sus principios, de gran vocación social, el sacerdote ha dado más vueltas que un trompo de parroquia en parroquia y de pueblo en pueblo, enfrentando siempre a los poderosos, a los dueños del fuego, a los que explotan a su pueblo, entre los que hay algunos jerarcas de la propia Iglesia.
Tal vez Rogelio esté influenciado, aunque en una época diferente, por el Padre Colombiano Camilo Torres, de grandes aportes académicos y sociales, ferviente defensor de la teología de la liberación y del entendimiento entre comunistas y cristianos, que un buen día decidió tomar las armas y convertirse en guerrillero, convencido de que las palabras no darían resultados positivos para su pueblo.
Posiblemente el Padre Rogelio no llegue al extremo de tomar las armas como Camilo, que murió en su primer enfrentamiento con las tropas colombianas, pero es casi seguro que sigue el camino de monseñor Oscar Arnulfo Romero, de El Salvador, asesinado vilmente por su constante denuncia del maltrato y atropello de que eran víctimas los campesinos y los obreros.
Creo, en definitiva, que el Padre Rogelio sigue la voz de su corazón que para él es la voz de Dios. (Joaquín Sabina dice estar preocupado por el Papa Francisco, “porque contrario a sus antecesores, este parece creer en Dios”).
Rogelio está convencido de que su lugar no solo debe estar en un púlpito; que debe estar en las entrañas del pueblo predicando un evangelio comprometido, en contra de los depredadores, estafadores, corruptos y ladrones que le roban la felicidad a los humildes. Por eso tiene tantos problemas. Mientras el antiguo Cardenal, Nicolás de Jesús López Rodríguez llamaba “chusma” a los desheredados de la fortuna, los que protestan y luchan por mejores condiciones de vida y de trabajo, este sacerdote es uno de ellos, forma parte de esa “chusma” despreciada. ¡Con orgullo!
Hay quienes piensan que matando al padre Rogelio le evitarían un problema. Hay quienes dicen que no pueden crear un mártir religioso por aquello de que “hay muertos que van subiendo mientras más baja su ataúd”.
Intentaron sacarlo del país, enviarlo para Colombia con propósitos inconfesables. Rogelio se ha negado. No sé si mi solidaridad con el evangelista salesiano sirva de algo, pero comparto su negativa de no irse, castigado por defender los mejores intereses del país.
Una iglesia que tiene tantos sinvergüenzas, pedófilos, farsantes, corruptos, violadores, ¿por qué castigar a un cura bueno dedicado a trabajar con la gente humilde? ¿Por qué criticar o condenar a uno de los pocos sacerdotes fiel a su creencia religiosa, en la práctica, colocado codo a codo al lado de su pueblo? No lo entiendo. Tal vez porque soy ateo.