Cansado navegar sin ver un horizonte claro, sin ver a los lejos tierra firme que avizore un futuro mejor; cansado del caos que agota mis energías y mis neuronas, y me convierte en un “ser endemoniado” y paranoico, gracias el temor de ser asaltado, atropellado o asesinado en cualquier esquina; cansado del irrespeto a las señales de tránsito, de la falta de consecuencia para los que se comen la luz roja, conductores de vehículos privados y públicos; hastiado de las motocicletas sin control, de ver los robos, violaciones, crímenes y asaltos por todos los lados; harto del PLD y de sus gobiernos, de la corrupción en las instituciones públicas que permite el enriquecimiento de tránsfugas, trúhanes, piratas y filibusteros, crótalos y tunantes de la política que se roban el país, decidí –lo juro que cansado de tanta mierda- ir al Teatro la Fiesta del Hotel Jaragua donde me habían invitado a un concierto.
Hacía mucho tiempo que no iba a ninguna parte. Que no veía una obra de teatro, ni iba al cine, donde me siento estafado por la cantidad de comerciales que colocan y los altos precios de las taquillas; mucho que no acudía a los conciertos de mis artistas preferidos: Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Víctor y Ana, Silvio y Pablo, Pasión Vega, Mercedes Sosa, Sonia Silvestre, Maridalia, etc. Perdí las ganas. (Pero admito que ellos me salvan la vida cuando los escucho en “Spotify” a través de mi bocina con “bluetooth”.
En verdad siendo que debo reflexionar porque cada vez estoy más encerrado en un ataúd de sombras y silencio. Uno descubre con los años que ha perdido el tiempo en cosas banales y triviales, adorando dioses falsos, que los amigos –salvo rarísimas ocasiones- no lo son, que siempre prima un interés, y que es mejor leer un libro o ver una película –que no sea de misterio- porque el miedo ya lo tengo con tantos narcotraficantes en las calles y tantos “intercambios disparos” donde mueren los pobres marginados creados por el gobierno.
Como les contaba, cansado de tanta podredumbre, del fango en que nos han metido como sardinas putrefactas, Diomary –la mala buena-, la “dama del turbante” como la llame una vez, me invitó a ver su concierto, “Voz y Piano” acompañada del magnífico maestro Amaury Sánchez.
Valió la pena escuchar la voz impresionante de Diomary, los colores de su voz, el uso de los tonos graves y agudos. Ella sabe que la voz es su instrumento con el que transmite emociones y sentimientos muchas veces encontrados. Ella se quita los zapatos, como ya es costumbre y se mete dentro del público convirtiéndose en su propia espectadora.
Amaury no puede estar mejor en el piano. Voz y Piano no precisaba de batería, metales, violines y otros instrumentos. Y para hacer el concierto más ligero y ameno, Freddy Ginebra, ese duende de la cultura y patrocinador de tantos jóvenes artistas, como un actor –es lo que es ahora- jugaba con las palabras para hacernos reír.
La emoción alcanzó el clímax cuando Dinomary se acercó a mí, se sentó en la tarima y sin dejar de mirarme cantó una de las canciones que más me llenan el alma: Nostalgias.
“Quiero emborrachar mi corazón
Para olvidar un viejo amor
Que más que amor es un sufrir.
Y aquí vengo para eso
A borrar antiguos besos
En los besos de otras bocas.
Si su amor fue flor de un día
Por qué causa es siempre mía
Esta cruel preocupación.
Quiero por los dos mi copa alzar
Para olvidar mi obstinación
Y más la vuelvo a recordar…
(Y aunque ustedes no lo crean, escuchando a Diomary, fui feliz, aunque solo fuera por un momento)