Hemos insistido en que la democracia no funciona en los países que tienen muy poca educación.
Brasil, último país de América en eliminar la esclavitud, no es la excepción.
Tras casi un siglo de dictadura militar, pues los oligarcas se opusieron a la erradicación de la esclavitud y propiciaron en el 1888 un golpe de estado y no fue hasta el 1985 cuando, con la ascensión al poder de José Sarney, la sociedad civil tomó el poder y comenzaron los primeros intentos serios de establecer una democracia en el gigante sur americano.
Esa democracia se solidificó en 1994 con la elección de Fernando Henrique Cardoso, quien había establecido, siendo ministro de hacienda del presidente Itamar Franco, el plan Real que se encargó de estabilizar la economía.
A esta presidencia le sucedió Luiz Inácio Lula da Silva, que fue electo en el 2002 y reelegido en 2006, quien le dio paso en el 2010 a Dilma Rousseff. Estos casi tres quinquenios de democracia y crecimiento económico, convirtieron a Brasil en una de las principales economías del mundo.
Al punto, que formó parte de un bloque económico llamado BRICS compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sud África y logró sacar de la pobreza y convertir en clase media a 30 millones de brasileños.
Esta bonanza, de un país que es casi la mitad del territorio sur americano y que hace frontera con todos los países de ese continente con la excepción de Chile y Ecuador, no podía contenerse dentro de su territorio y comenzó a expandirse.
Cosa que no le gustó mucho al hermano mayor.
Como siempre, aprovechando la oligarquía con su miope visión social, que no logra o no quiere entender que a mayor progreso de la ciudadanía mayor poder de compras y en consecuencias, van a obtener mayores ganancias.
Ellos solo llegan a ver que están pagando mejores sueldos y que los trabajadores están conquistando mejores condiciones laborales y sociales. Por lo tanto, había que buscar alguna fórmula para detener este avance. Un golpe de Estado, aunque nunca lo descartaron, era muy riesgoso y sumamente peligroso en estos tiempos. Entonces, ¿Qué hacer?
Ingenuamente, el Presidente Lula, sin proponérselo, les había dado a esa camarilla la anhelada formula al establecer la independencia total de la justicia brasileña.
Al llegar Inácio da Silva al poder, en el 2002, la justicia no podía estar más corrompida. Un país donde la frase “rouba mas faz” (roba, pero hace) era un piropo para un político y al fiscal General se le conocía con (archivador general)
Irónicamente, todo cambió en 2003. Lula duplicó el tamaño y los equipos de la policía. Estableció que fuera el ministerio público quien nombrase al fiscal general. Unificó al poder judicial y le dio independencia y plenos poderes para perseguir la corrupción.
A esta prerrogativa accedió la oligarquía brasileña para acusar a la Presidenta Dilma Rousseff, condenarla, hacerle un juicio político y destituirla sin haberle probado un solo acto de robo o aprovechamiento de los recursos del Estado.
Cuando todo parecía que se quedaría de ese tamaño, aparece de nuevo el ex presidente Lula con una popularidad desbordante y como seguro Presiente en las venideras elecciones brasileñas de octubre.
El nuevo operativo no se hizo esperar. A través del juez Sergio Moro, quien, luego de graduarse de abogado en la universidad de Maringá, hizo un programa para instrucción de abogados en la universidad de Harvard y participó en los programas de estudios sobre lavado de activos del Departamento de Estado de los Estados Unidos y había llegado, con solo 26 años, a ser juez federal.
Acusaron a Lula de haber aceptado como regalo un apartamento y fue condenado a 12 años de prisión. El interrogatorio base para esa sentencia, se ha convertido en un hito. Es imperativo leerlo.
EL INTERROGATORIO DE LULA EL AÑO PASADO:
Juez Sergio Moro: -¿El departamento es suyo?
Lula: – No.
– ¿Seguro?
– Seguro.
– ¿Entonces no es suyo?
– No.
– ¿Ni un poquito?
– No.
– ¿O sea que usted niega que sea suyo?
– Lo niego.
– ¿Y cuándo lo compró?
– Nunca.
– ¿Y cuánto le costó?
– Nada.
– ¿Y desde cuándo lo tiene?
– Desde nunca.
– ¿O sea que no es suyo?
– No.
– ¿Está seguro?
– Lo estoy.
– Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?
– No lo elegí.
– ¿Lo eligió su mujer?
– No.
– ¿Quién lo eligió?
– Nadie.
– ¿Y entonces por qué lo compró?
– No lo compré.
– Se lo regalaron…
– No.
– ¿Y cómo lo consiguió?
– No es mío.
– ¿Niega que sea suyo?
– Ya se lo dije.
– Responda la pregunta.
– Ya la respondí.
– ¿Lo niega?
– Lo niego.
– O sea que no es suyo…
– No.
(…)
– Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?
– No, por eso le pregunto.
– Ya le respondí.
No es un chiste, es el Interrogatorio del juez Sergio Moro a Lula Da Silva con el cual fue condenado.
A nosotros nos parece que, como en medicina, esto ha sido, un golpe de estado preventivo.
Carlos McCoy
Abril 2018