En los últimos días se han cumplido 50 años de un momento decisivo de la llamada Primavera de Praga. Recuerdo que aquel año no hubo solo un 68, y el de Praga está algo olvidado. A diferencia del francés, alemán, japonés, estadounidense, italiano o español, el checoslovaco se levantó contra el poder soviético.
El 22 de marzo de 1968, Antonin Novotný perdía la presidencia del país, ya en enero había sido sustituido por Alexander Dubcek al frente de la secretaría general del Partido Comunista. A partir del mes de abril, Dubcek puso en marcha el socialismo de rostro humano que incluía un aumento de la libertad de prensa, la libertad de expresión y de circulación.
Los cambios se producían en un contexto cultural en el que iniciativas como el Club de Escritores Independientes, liderado por Václac Havel, rechazaban lo que luego llamaría “la vida en la mentira”. En agosto de ese año, el sueño de un socialismo abierto era aplastado por la invasión soviética. Havel, en los primeros momentos de la intervención se traslada a Liberec, una ciudad al norte de Praga, y desde una radio todavía libre realiza durante varios días una serie de transmisiones en las que llama a la resistencia.
Los llamamientos tienen toda la fuerza de quien sabe que frente a los tanques solo tiene la fuerza de la conciencia, del sujeto. Estamos viviendo una “ocupación inusual (…) pistolas y tanques tienen menos poder que las ideas y las fuerzas éticas de lo humano”, apunta. Y añade: “nuestras armas son más efectivas que sus armas. Y lo que digo no es una exageración. Tenemos nuestra unidad espontánea, nuestra determinación de no renunciar a nuestra visión patriótica y a nuestros ideales morales (…) Dejemos a la inteligencia triunfar sobre la brutalidad, la humanidad sobre la inhumanidad, la solidaridad sobre las órdenes militares, la disciplina de la conciencia sobre la disciplina de las armas”.
Atentamente
Juan García.
JGRodriguez,
Cáceres, España.