Yo estudié en escuela pública. No por vanidad; obligado por pobreza.
Pero mis hijos han tenido mejor suerte: han estudiado en colegios privados, no por vanidosos, sino porque la inversión en Educación apenas llegaba al dos por ciento del Producto Interno Bruto. Luego se hicieron profesionales en universidades privadas, no por vanidosos, sino porque en la Universidad Autónoma de Santo Domingo corrían el riesgo de ser asesinados, atracados y violados. Y porque una carrera de cuatro años se hace en cinco o seis, por las huelgas profesorales, de empleados, protestas estudiantiles, enfrentamiento con la policía que obligan a sus pender la docencia por días.
La Universidad Autónoma no recibe el presupuesto anual que la ley ordena lo que impide que ese centro de estudios, cada vez más anarquizado y caótico, no cumpla con el rol que está llamado a jugar en la sociedad formando profesionales de alta calidad en todas las áreas del conocimiento humano, poniéndose al nivel de las demás, tanto de la región del mundo al ser “La Primada de América”.
Danilo estudió en la UASD, sin terminar la carrera de ingeniería química, no por vanidoso, sino por falta de recursos. (Pertenecía entonces a la clase media muy baja como muchos de sus compañeros de partido hoy dueños del país)
Yo, al igual que mis hermanos (40 mal contados) acudimos durante años a los hospitales públicos. Algunos murieron por falta de atención médica adecuada. La vanidad no existía en esos años 70 y 80.
Ir a un hospital público es enterrarse vivo.
Cuando el presidente Medina padecía de “raquiña”, como le llama el pueblo a la dermatitis, no se fue a un hospital público, iba a las clínicas privadas y costosas con médicos que no aceptan seguro. Luego viajó a Estados Unidos, porque él, al igual que sus funcionarios, tiene seguro médico internacional millonarios que cubren a toda la familia, incluso en enfermedades catastróficas.
A juzgar por las palabras del residente, este es un gobierno de “vanidosos”. Incluso él. Un decreto presidencial o una ley debe obligar a todos los funcionarios, incluyendo diputados y senadores, alcaldes y regidores, jueces y fiscales, coroneles y generales, cónsules y embajadores, junto con sus esposas e hijos, a tratar sus enfermedades en los centros de salud del Estado, que al parecer están al mismo nivel que los de Estados Unidos donde todos ellos acuden hasta por un dolor de cabeza o un resfriado. Me gustaría verlos en el Moscoso Puello, por ejemplo.
(Presidente Medina, ¿dónde construyó usted los hospitales y escuelas para la clase media que reside en Naco, Gazcue, El Evaristo Morales, El Millón, entre otros?
doctores de altísimo nivel profesional como José Joaquín.
Puello y Jesús Feris Iglesias, para solo citar dos, junto con el Colegio Médico, han dicho muchas veces que “el sistema de salud dominicano hace años que colapsó”.
El gobierno invierte menos del dos por ciento del PIB en Salud a pesar de que los médicos al igual que organismos internacionales dicen que debe ser, mínimo, un cinco por ciento. (Danilo cree que los edificios suntuosos, donde prima la corrupción, resuelven el problema. Y no es así).
Resumiendo: la clase media no envía a sus hijos a las escuelas públicas porque los resultados del 4%, que es una conquista precisamente de la clase media, aún están por verse en términos académicos, porque no basta con las plantas físicas. No es por vanidad.
Es una burla a la inteligencia de los demás, un acto de cinismo y hasta un insulto, acusar a la clase media de no ir a las escuelas y hospitales públicos por vanidosos.
PD: Señor presidente, dé usted el ejemplo, cuide su diabetes o cualquier otra enfermedad, en un hospital; obligue a sus funcionarios, incluyendo a José Ramón Peralta; que inscriban sus hijos y nietos en las escuelas pública. No quisiera morirme sin ver a los hijos de los ministros estudiando en la UASD y no en universidades privadas nacionales e internacionales con becas pagadas por el Estado, inclusive.