Por Orlando Milesi -SANTIAGO, 27 Abr 2018 (IPS) – En promedio, 794 haitianos llegaron diariamente a Santiago durante el primer trimestre del año, con lo que los haitianos bordeaban los 120.000 a comienzos de abril, según datos oficiales. La quinta colonia migrante en Chile pone color a su capital, aunque su acogida es día a día más hostil.
Para los que ya viven en Santiago, donde residen la mayoría, y no cuenten ya con una visa temporaria, conseguida una vez llegados al país como turistas, hay la promesa de regularizar su situación como migrantes.
Llegaron directamente desde Puerto Príncipe, haciendo escala muchas veces en Panamá, esperanzados por el boca a boca de sus connacionales de que esta era una tierra donde se necesitaban trabajadores y había facilidades para tener un contrato de trabajo y luego poder traer a su familia.
Según cifras oficiales brindadas en abril, Chile cuenta con casi un millón de migrantes, en un país con 17,7 millones de habitantes, en los que Haití es la quinta población extranjera, detrás de Perú, Colombia, Bolivia y Venezuela.
El crecimiento de la colonia haitiana en Chile ha sido explosivo. En 2014 la que es la primera inmigración masiva afrodescendiente en este país sudamericano solo sumaba 1.649 personas registradas con visa temporal o permanente.
Ahora colorean el paisaje urbano de Santiago, en las estribaciones de la llamada precordillera de los Andes, y sortean la primera barrera, la del idioma, con apoyo de voluntarios organizados para darles clases de español, en especial en Quilicura y Estación Central, las comunas (municipios) santiaguinas que concentran la mayor población haitiana.
Las ferias al aire libre, las calles de muchos barrios populares, el metro (principal transporte en Santiago), las escuelas y los consultorios de salud comienzan a tener cada vez más haitianos, como trabajadores y como usuarios. También es palpable su presencia en trabajos de jardinería, de carga de productos agrícolas en los principales centros de abastos o en la construcción de casas y edificios.
Y los domingos, muchos haitianos asisten a iglesias católicas o evangélicas donde se ofrecen liturgias, misas, oraciones y ceremonias en creole. Los templos se convierten entonces en lugares de encuentro social de los haitianos que decidieron dejar el lejano Caribe para rehacer su vida al lado de la cordillera de los Andes.
El gobierno del derechista Sebastián Piñera tomó medidas ejecutivas para poner un férreo torniquete a la inmigración haitiana, antes de cumplirse un mes en el poder, al que retornó el 11 de marzo, tras gobernar el país entre 2010 y 2014.
Desde ahora, deberán obtener visas consulares para ingresar a Chile, no podrán canjearlas ya dentro del país por otra que les permita permanecer aquí, y solo se darán 10.000 visas de reagrupamiento familiar a lo largo de un año.
Pero a cambio se regularizará a los haitianos que ya están aquí, con "buena fama" entre los empleadores, según organismos internacionales, pero sometidos a crecientes expresiones sociales de xenofobia, donde el racismo y los prejuicios suman una discriminación específica en su contra.
Edición: Estrella Gutiérrez