La destrucción de nosotros mismos
No es bueno dejarse llevar por atmósferas crueles, sin hacer silencio previamente, activando los pedestales del odio, colocándonos en medio del tumulto como jueces sin clemencia alguna, endiosados a más no poder, deseosos de venganza, cuando lo que hay que ejercitar en estos tiempos tan difíciles, es la comprensión y la defensa de los más vulnerables, aunque este ejercicio nos traiga resultados negativos.
Por eso, celebro el encuentro entre líderes, sobre todo si es para reducir los arsenales armamentísticos, pues lo que abunda hoy en el mundo, son los agitadores que pretenden enfrentarnos, en vez de gobernarnos ciudadanos de paz o mansedumbre. Para empezar, quizás tengamos que enmudecer la voz de algunos cabecillas planetarios empeñados en difundir la supremacía racial. Mal que nos pese nadie es superior a nadie, puesto que todos tenemos algo que aportar en nuestro vivir: energía, fuerza, vigor, fortaleza, espíritu, aliento… En el fondo, son las relaciones entre los seres, lo que nos da vida.
Tras esta biografía viviente, ojalá despertemos siempre al diálogo, al entendimiento. Entenderse es un paso significativo. Por eso, es fundamental reunirse y unirse en un depósito de lenguajes predispuestos a cooperar unos con otros. Hasta ahora hemos ido a la inversa, a la contra siempre, y al negocio de unos pocos. Olvidamos que la fuerza no está en el poder, sino en el servir mejor. Además, tampoco es sabio aquel que responde al mal con el mal. A veces también nos quedamos en los buenos propósitos, que están muy bien, pero hay que llevarlos a buen término. Pongamos por caso, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, que no puede entrar vigor hasta que no haya sido firmado y ratificado por países poseedores de tecnología nuclear: China, Egipto, Corea del Norte, India, Irán, Israel, Pakistán y Estados Unidos. Tal actitud nos exige un cambio en el corazón, lejos de este dominio sobre los demás, cuando menos más empeño en cumplir lo redactado. Que no quede solo en mensajes, que las palabras son bellas pero necesitan de las acciones.
Por desgracia, el mundo está crecido de intereses, nos hace falta despojarnos de egoísmos. Lo hemos visto recientemente con el acuerdo de demarcación de fronteras entre Pristina y Podgorica, así como con el Tratado de amistad entre Skopje y Sofía. Sin duda, necesitamos más desarrollos positivos, más vías de concordia, más acuerdos de paz en un mundo convulso. No podemos (ni debemos) quedarnos paralizados por el miedo. Seamos agentes constructores, no destructores de nosotros mismos, que es lo que parece multiplicarse.
Ahora bien, no todo está perdido. No caigamos en la desesperación. Tras la noche siempre amanece. Así, otro de los avances que deseo subrayar como meritorio, por su buenos objetivos, es el sello de vivir la integración, un mecanismo que fue declarado últimamente por el gobierno de Costa Rica en el que se certifica a cinco grupos de empresas privadas, gobiernos locales e instituciones públicas, academias y organizaciones, que a lo largo del año han llevado a cabo acciones en favor de las personas refugiadas y que demuestran un compromiso claro fundamentalmente de cara a la integración en la sociedad costarricense. Son, precisamente, estos hechos los que nos ablandan el alma y nos instan a conciliar otros horizontes más esperanzadores.
Indudablemente, sin la sabiduría de la sensatez podemos convertirnos en juguetes a merced de los acaudalados. Esto resulta especialmente trascendental en esta época en el que proliferan tantas falsedades, vestidos de farsantes con su legión de cómplices, siempre dispuestos a impregnar de violencia e inhumanidad el acontecer de los tiempos. Hace falta, por tanto, trabajar hermanados para vencer nuestras propias penalidades, el aluvión de ideologías opresoras que nos desfiguran como seres pensantes. En consecuencia, pensemos que es hora de decidir, de hacer realidad los compromisos pactados, de revivir lazos profundos de labor humanitaria, pues todos hemos de ser defensores de toda savia, de cada ser, de todos los seres vivos en definitiva.
Por ello, invertir en la prevención de los conflictos es una buena manera de reorientarnos, sobre todo, porque se salvan existencias que es lo verdaderamente importante. Luego tendremos que practicar la tolerancia, la inclusión y el respeto por la diversidad, mediante lenguajes auténticos y rectos, pues ya está bien de tanta actitud aparente, que nos está dejando sin ilusión alguna. Miremos hacia atrás, con esa resignación de lamento, pero también de empuje para propiciar el justo cambio, de un vivir más armónico con las exigencias de la naturaleza humana, donde impere una justicia coherente con la verdad y afín a la sana libertad.
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29 de abril de 2018.-