La República Dominicana es uno de los países que tiene más estaciones de radio y canales de televisión del mundo en comparación con su territorio, 48 mil 700 kilómetros cuadrados, lo cual lejos de ser algo bueno, es malo, principalmente porque el Estado, dueño de las frecuencias, no las controla ni regula, a pesar de existir leyes y reglamento que indican cual debe ser su uso y su contenido.
Hasta el año 2009, según las autoridades de telecomunicaciones, en nuestro país había cerca de 400 estaciones de radio, (126 AM, 274FM y 20 de Onda Corta). Esa cantidad no incluye las frecuencias ilegales patrocinadas por senadores, gobernadores y dirigentes políticos del gobierno. Empresas concesionarias de televisión por cable 98, 44 canales VHF y UHF. No hay un solo municipio que no tenga una o varias compañías de tele cable, ni una o varias emisoras. Solo en la capital, dice el cronista Jorge Ramos del periódico HOY, hay 50 emisoras, 8 canales broadcasting y 31 de alta frecuencia.
El último listado de Indotel es abrumador.
La concentración de los medios también es altamente cuestionable y peligroso para cualquier país democrático.
Pero ese no es el tema de este día. Quiero referirme principalmente a la degradación, tanto del lenguaje como de los contenidos en la radio y la televisión. A la vulgaridad. Es penoso escuchar a “comunicadores” en ambos medios de comunicación de masas sin conocimiento del oficio o profesión que ejercen, y sin la cultura necesaria para hablar por un micrófono.
En este país cualquiera se “engancha” a periodista o comunicador. Basta conseguir el patrocinio de algún diputado, funcionario o empresario para “poner” un programa para convertirse en bocina, pito, corneta o megáfono. Esos especímenes eran muy escasos hasta que la radio y la televisión crecieron sin control.
Creo que, salvo raras excepciones, un médico debe hablar de medicina, un ingeniero de ingeniería, un abogado de derecho, un chef de cocina. Como dice el refrán, “zapatero a su zapato”.
Lamento decir que los comunicadores del pasado tenían una cultura general mucho mayor que los de ahora. Puedo citar a Chuchito Álvarez, don Rafael Herrera, los hermanos Herasme Peña, Radhamés Gómez Pepín, Yaqui Núñez del Risco, Molina Morillo, Augusto Obando, etc. Les sobreviven, por fortuna, Bienvenido Álvarez Vega, Huchi Lora, Ramón Colombo, George Rodríguez, Nobel Alfonso, Rodolfo Espinal, Juan Bolívar Díaz, Osvaldo Santana, Bolívar Díaz, Fausto Rosario, Miguel Franjul, Adriano Miguel Tejada, Margarita Cordero, Dania Góris, Anamitila Lora, Zoila Luna, Kabito Gotreaux, José Tejada Gómez y Eulalio Almonte Rubiera, entre otros.
Entre los periodistas y comunicadores de la última cosecha, aunque ya no sean tan jóvenes, puedo citar a Cristhian Jiménez, Luis Pérez Casanova, Ricardo Nieves, Domingo Páez, José Monegro, Orión Mejía, Ruddy González, Ivonne Ferreras, Julio Martínez Pozo, José La Luz, Félix Reina, Chiqui Gómez, José Rafael Sosa, Felipe Mora, José Torres, José Ovalles, Edith Febles, Nuria Piera, Alicia Ortega, Amelia Deschamps, Saúl Pimentel, entre tantos. (Perdón por el olvido de algunos nombres tanto del pasado como del presente.
Ya saben, el alemán. Alzheimer)
Para evitar malos entendidos aclaro que no estoy haciendo valoraciones políticas, me refiero a la calidad periodística y profesionalidad. ¡Nada más!
A ninguno de los nombrados –incluyendo los olvidos fruto del alemán, jamás lo escucharemos con una vulgaridad en la radio o la televisión. No dirán palabras obscenas y ofensivas, porque saben que deben cuidar a los adolescentes y las familias en sentido general; porque tienen claro el poder cuando hablan o escriben.
El maestro Mario Álvarez Dugan (Cuchito), cuando le entregaba mis artículos algunos me los devolvía con una sonrisa y me decía: “Estoy de acuerdo con todo lo que tú dices ahí, pero escríbelo de nuevo. Hay muchas maneras de decir lo mismo”. “Un medio de comunicación no es una letrina donde los periodistas van a defecar insultando y maltratando a los demás sin razón o con ella”, me dijo una vez Radhamés Gómez Pepín.
Los dueños de los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en el uso que le dan algunos “comunicadores” a sus medios; no sólo es culpa del gobierno. Una cosa es libertad de prensa y otra es el libertinaje y la vulgaridad que vemos y escuchamos a diario.