No cabe ninguna duda de que el presidente Danilo Medina se ha hecho merecedor de las reacciones positivas que han tenido diversos sectores de la sociedad dominicana luego de su comunicación a los líderes de ambas cámaras del Congreso, encaminada a destrabar el proyecto de ley de partidos, movimientos y agrupaciones políticas.
Esta iniciativa del mandatario, que de inmediato recibió el respaldo del ex presidente Leonel Fernández, le proyecta como un líder visionario capaz de deponer sus propios intereses políticos en favor de alcanzar objetivos de mayor envergadura como es la aprobación de las leyes que por años han dado vueltas en el Congreso.
Pero además, el talante conciliador de Danilo ha puesto de manifiesto algo que sostengo desde hace años, en el sentido de que en Partido de la Liberación Dominicana se armonizan los intereses cuando del logro objetivos comunes se trata.
Es obvio que la mayor amenaza al predominio del PLD como partido de gobierno lo constituyen las notables diferencias que se afirma existen entre el Medina y Fernandez, por lo cual la comunicación de Danilo y la respuesta de Leonel allana el camino para una convivencia de alcance lo suficientemente prolongado como para librar juntos las próximas batallas electorales.
Aunque parece subsanado el camino hacia la aprobación de la ley de partidos, quiero resaltar un aspecto que pudiera parecer extemporáneo pero no lo es.
Es sobre el temor acerca de la eventualidad de que la modalidad primarias abiertas pudiera facilitar el voto de militantes de una formación por candidaturas de otra u otras organizaciones, distorsionando así el sentido de pertenencia, e incluso logrando influir en la elección de un candidato determinado.
Sin embargo, de ser dispuesta esa forma de elección interna de forma simultánea esa posibilidad se puede reducir a cero, siempre que la Junta Central Electoral adoptara una medida bastante sencilla y aplicable.
Bastaría con la emisión de un reglamento que disponga que los electores estarán obligados a sufragar sólo donde lo hacen en los comicios ordinarios, de modo que si Juan de los Palotes vota en el colegio electoral 00010, en las primarias dirigidas por la JCE su nombre sólo aparecerá en dicha mesa.
De esa forma, aunque la persona tuviese la intención de participar en un chanchullo en beneficio de un candidato de otro partido, tendría que hacerlo en el mismo colegio, lo cual sería imposible, ya que los encargados de mesa no le permitirían votar dos veces.
Es decir, que de esta manera desaparecería el miedo a la influencia ajena a la cual se atribuye la virtud de imponer en formaciones contrarias el candidato que considerado más vulnerable para ser derrotado en elecciones nacionales.