Los empresarios más beneficiados con la corrupción rampante que ha afectado a México durante los casi 90 años de Gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), se decidieron por una confrontación abierta y directa con el candidato Andrés Manuel López Obrador, quien está llamado a ser el próximo presidente producto de su casi seguro triunfo las elecciones del primero de julio.
Ninguna encuesta—ni siquiera las que se hacen a la medida de quienes las pagan—ha dejado espacio para la duda de que AMLO gobernará México por los próximos seis años.
Ni aun ante esa virtualidad, los empresarios habían dado su brazo a torcer en procura de una mejoría en las relaciones con el líder de Morena, y en cambio se habían dedicado a financiar panfletos difamatorios contra el aspirante, y otros en reuniones con sus ejecutivos y empleados advirtieron, sin ambages, que no votaran por López Obrador.
Alberto Bailleres y Germán Larrea, dos de los empresarios más poderosos de México (sólo detrás de Carlos Slim), no guardaron las apariencias y se fueron a lo público contra AMLO, sumándose a otros poderosos hombres de negocios que quisieran ver su país gobernado por José Antonio Meade, candidato del PRI, para sentirse en sus aguas.
"Ellos actúan así porque son unos traficantes de influencias", les respondió López Obrador, remachando uno de los postulados de Morena, el cual sostiene que "la oligarquía mexicana junto con las cúpulas del PRI y el PAN, han llevado a esta decadencia y antidemocracia y han impuesto por la vía de los hechos a través de elecciones fraudulentas, en su momento a Carlos Salinas de Gortari y recientemente a los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto".
Estos cañonazos de López Obrador hicieron recular a los empresarios, quienes decidieron conciliar con el candidato puntero ante la realidad de que con una ventaja de más de 20 puntos, ya en la recta final de la campaña, son escasas las posibilidades de que AMLO pierda las elecciones.
No es frecuente que los empresarios asuman posiciones tan ríspidas de manera pública contra un candidato con tan elevadas posibilidades de gobernar el país, pero en México todo es posible, incluido el asesinato como método para quitar de la ruta a un candidato "incómodo" para los intereses creados. Luis Donaldo Colosio (23 de marzo, 1994) no deja mentir.
Durante décadas México ha estado en los primeros tres lugares—casi siempre en el número uno—entre los países más corruptos de América Latina, a lo cual se debe la existencia de vocablos como mordida y trinquete que han enriquecido el acerbo lingüístico referido a la corrupción y a la trampa.