La historia de los últimos 40 años de Brasil –uno de los países más grandes del mundo con más de 8 millones 500 mil kilómetros cuadrados. Más de 3. 6 Millones de kilómetros de la amazona, el principal pulmón del mundo; más de 200 millones de habitantes que lo convierten en el sexto más poblado del mundo- no podrá escribirse sin el nombre de Ignacio Lula da Silva, de origen humilde, obrero metalúrgico que dirigió durante años uno de los sindicatos más poderosos colocándose a la vanguaria de las luchas gremiales y revolucionarias durante los regímenes militares que azotaron el coloso suramericano.
Lula, fundador y líder del Partido de los Trabajadores, al igual que otros dirigentes políticos latinoamericanos surgidos de las entrañas del pueblo, intentó en tres ocasiones la presidencia de la República, hasta lograrlo en el 2002 y tomar posesión el primero de enero del 2003, recibiendo una nación empobrecida, llena de problemas económicos, políticos y sociales, fruto de la inequidad y la desigualdad.
Con su llegada al poder el país comenzó a transformarse con medidas democráticas inclusivas y otras radicales, pero sin extremismos, que dinamizaron la economía triplicando el Producto Interno Bruto per cápita y sacando de la pobreza a más de 30 millones de sus compatriotas, según cifras de organismos internacionales como el Banco Mundial. ¡Y convirtiendo el país en uno de los más importantes del mundo, no por su grandeza geográfica, sino por su poder político y económico!
Brasil parecía que saldría del subdesarrollo y el atraso en el que ha vivido durante todas su historia de la manos de un hombre sin linaje ni abolengo. Gracias a su buena gestión logró la repostulación. Concluyó sus años con tantos éxitos que la jefa de su gabinete, Dima Rousseff continuó en el poder. Ella prosiguió el trabajo de Lula imprimiéndole niveles de transparencia y honestidad como nunca antes en la historia. Combatió la corrupción cancelando y sometiendo a la justicia a muchos ministros y dirigentes del Partido de los Trabajadores que la llevó al gobierno.
Un golpe de Estado “constitucional y mediático“, la sacó del poder. En su lugar colocaron a los corruptos derechistas que la mandataria había combatido y denunciado, en un hecho sin precedentes. Una mujer valiente y honesta, con grandes méritos acumulados, elegida democráticamente por el pueblo, terminó en su casa. No fue sometida a la justicia, porque no era corrupta ni asesina. En su lugar colocaron al títere de Michel Temer, comprobado corrupto, que hoy tiene menos de un 5% de aceptación popular. (El más bajo de todo el continente)
Nadie puede negar que muchos dirigentes importantes del PT y funcionarios se corrompieron. Pero fue Dilma Roussett quien los encarceló asumiendo todas las consecuencias. Nadie más lo hizo.
Pese a la trama, diseñada y puesta en práctica por grupos ultraconservadores y reaccionarios, en coordinación con organismos internacionales al servicio de Estados Unidos –que ha tenido una participación directa- no han podido destruir el liderazgo de LuLa que aún preso encabeza las encuestas –mucho a poco- sobre sus posibles contrincantes.
Brasil tiene 15 millones de seres humanos viviendo por debajo del nivel de pobreza, más de 52 millones de pobres, 18 millones de niños y niñas deambulando por las calles. Esos 52 millones, más los 30 millones que salieron de la pobreza y otros millones que aumentaron su bienestar durante los gobiernos de Lula, son los que desean que vuelva al gobierno. (No olvidemos que terminó su mandato con más de un 80% de aprobación popular)
La situación política de Brasil es cada vez más compleja y delicada. Las masas populares pueden volcarse a las calles con la fuerza de un huracán categoría 5 y arrasar con todo. Aunque muchos lo duden, Lula tiene la clave de la estabilidad política, económica y social de su país. ¡Lula es la paz de Brasil! Mantenerlo preso es una provocación.
Contra Lula no hay evidencias de actos de corrupción, aunque si hubo prevaricación durante sus mandatos. El Ministerio Público que forma parte de la conspiración, al igual que el Congreso y buena parte de los medios de comunicación, no han podido presentar pruebas fehacientes que avalen sus acusaciones. Por lo tanto, Lula es un político preso del sistema que permitía que el 10% de la población más rica se quedara con más de la mitad de las riquezas nacionales dejándoles a los pobres, la inmensa mayoría, solo el 10%.
Con Lula la distribución de la renta y los irritantes privilegios de clases, cambiaron radicalmente. Esos grupos perjudicados, igual que el imperialismo, que está metido hasta el cuello, no quieren que Lula vuelva al poder.
Las fuerzas nacionales y extranjeras que le dieron el golpe de Estado contra Dilma Rousseff, son las mismas que pretenden impedir, a como dé lugar, (matándolo si es preciso) que Lula sea habilitado y pueda presentarse como candidato a la presidencia. ¡Saben que si Lula es candidato, abrumadoramente el pueblo lo elegirá presidente!