Es muy conocido el texto del filósofo y ensayista español Ortega y Gasset, el trabajo sobre El Quijote de la Mancha, donde dice: “Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella, tampoco me salvo yo”.
El presidente Danilo Medina parece atrapado en su circunstancia, pero sin poder salvarla. Es decir, sin poder salvarse a sí mismo. La corrupción lo salpica cada vez más de cerca, a tal punto que pocos dudan de su complicidad o participación directa en hechos que contravienen la ley y la moral.
La denuncia de la diputada del Partido Revolucionario Moderno, Faride Reful, sobre los pagos que el gobierno le ha hecho al experto en marketing político, Joao Santana y a su esposa Maura, incluso estando presos en Brasil, pueden ser objeto de sanciones por prevaricación, estafa y abuso de confianza. Hablamos de cientos de millones de pesos.
Ese es el escándalo más reciente –porque uno sustituye al otro desde hace más de una década- sin que en ningún caso los responsables hayan sido condenados, yendo a la cárcel y sus bienes incautados como ordena la Constitución.
El presidente Medina está en una encrucijada bastante difícil. Por más que quiera no puede reelegirse. No porque la ley se lo impide taxativamente, -lo cual no le importa- sino porque las circunstancias, a las que está sometido, no se lo permitirán. Todos los amagos realizados y ensayos hechos hasta el momento le aconsejan no intentar otra repostulación, pues de hacerlo dividiría al PLD y crearía una crisis política que no resistiría ni con los fusiles.
Así como no consiguió los votos para la ley de partidos con primarias abiertas, tampoco lo obtendría para la reelección no importa cuántos hombres del maletín carguen el dinero del presupuesto para comprar voluntades en el Congreso.
Ante la imposibilidad de una reelección, Danilo se reunió con sus arfiles, caballos y peones en el Palacio Nacional que aspiran a la nominación presidencial para lanzarlos a las calles como caballos desbocados para ver cuál “prende” en la población para apoyarlo “con todos los hierros” del Estado. (Hasta el momento ninguno)
Durante muchos años el dictador Rafael Leónidas Trujillo hizo presidentes a más de un lacayo mientras él continuaba como amo, señor y dueño del país. Nada se hacía y nada se decía sin la anuencia del sátrapa. El “Trujillo del siglo 21”, como llamó el ex presidente Leonel Fernández a Danilo, pretende reeditar la experiencia. (Danilo sin Danilo) Los tiempos son otros, tanto en el plano local como internacional.
Ninguno, de los que hasta el momento han presentado sus aspiraciones, tiene el arraigo, la popularidad, ni la fuerza para enfrentar y derrotar a Leonel Fernández en una contienda interna. Por lo menos eso dicen las encuestas. Pero si lo hiciera, con fraude, dinero sucio, etc., habría que ver si pudiera ganar la presidencia del país por muy débil y desfasada que esté la oposición política.
Un acuerdo Danilo-Leonel parece poco probable. Si llegara a producirse, sería una pantomima, una farsa, pues el primero no confía en el segundo, y viceversa. Danilo y su gente saben que si Leonel vuelve al Palacio Nacional les “dará en la madre”, algo que hemos visto a lo largo de la historia política del poder. (“Tú también, Brutos, hijo mío,” dijo Julio César declarado “dictador perpetuo” del imperio romano, 44 años antes de Cristo, después de recibir la puñalada trapera que terminó con su vida, según relata William Shakespeare)
Parafraseando a Ortega y Gasset, no creo que el presidente Medina pueda salvarse de las circunstancias políticas que él, por la ambición que lo llevó a comerse “un tiburón podrido”, ha creado.