Desde Occidente se ha pretendido subestimar a Rusia, a entorpecer sistemáticamente su inserción en el mundo global actual, pero sin éxito. Es una realidad innegable.
Europa quedó además de destrozada muy dividida con la Primera y Segunda Guerra Mundial (1914-1918) y (1939-1945).
Y tras este último acontecimiento bélico en plena “Guerra Fría” surgieron dos bloques de países que lideraron el mundo por décadas. El denominado bloque Occidental-Capitalista liderado por Estados Unidos y el bloque del Este, es decir, el Oriental-Comunista conducido por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El mundo fue sacudido por sucesivos enfrentamientos y una tenaz lucha ideológica y política que impactó prácticamente a los todos los Continentes.
América Latina no fue la excepción y luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 que dirigió Fidel Castro con apoyo logístico de la URSS, la región pasó a ser un objetivo importante de las dos potencias enfrentadas.
Hacia finales de los siglos XV y XVI en la antigua Rusia hubo una lucha feroz contra el sistema feudal, que con el apoyo de la iglesia, mantenía el control de las principales actividades productivas.
Rápidamente la expresión de protestas contra el viejo modelo del feudalismo se expandió por todo el territorio ruso con las fuerzas campesinas y la emergente clase obrera que daba sus primeros pasos de conformación y expresión social.
Ordin-Nashchokin es considerado uno de los precursores del comercio ruso incentivando la manufactura en líneas abiertas, habiendo promovido la realización de dos ferias comerciales hacia 1667 y de la creación del nuevo estatus comercial de ese entonces.
Así lo recuerda V.S. Pokrosvski en su ilustrada obra” Historia de las Ideas Políticas”, que pese a ser partidario de la nobleza estuvo comprometido con el fortalecimiento de la industria manufacturera y el sector comercial.
En política exterior fue auspiciador de una estrecha alianza entre Rusia y los países eslavos.
La Rusia de Hoy
La actual República Federativa de Rusia es una nación poderosa con una formidable e envidiable base tecnológica con capacidad hasta para penetrar en el corazón del Pentágono, en Washington.
Se levantó gallardamente de su grave crisis institucional a principio de la década del noventa tras el derrumbe del socialismo, y con pasos firmes como emulando el ave fénix, ha resurgido para incidir poderosamente en las decisiones de la agenda de la geopolítica mundial.
A tal punto que muchos de los periodistas occidentales que visitaron ese país para cubrir la Copa Mundial de Fútbol recién finalizada, reconocieron no solamente la formidable organización del evento sino además su impresionante modernidad, belleza y progreso alcanzado en los últimos años.
La antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), está girando en los espacios más elevados de las transformaciones tecnológicas bajo la conducción del liderazgo de Vladimir Putin, un político audaz que levanta pasiones y odio, a quien la revista estadounidense Time reconoce como “el hombre más poderoso del planeta”.
Las principales plataformas económicas rusas han girados entorno a una economía de mercado, aunque todavía el Estado sigue teniendo el control de las fibras neurálgicas del aparato productivo.
Estados Unidos y Rusia son dos potencias predominantes en el escenario mundial, la primera lidera también la economía capitalista y posee una de las mayores estructuras militares de la tierra. En cambio, los rusos igualmente controlan sofisticadas y poderosas armas y su tecnología de punta es de primera.
En materia de seguridad dispone de una de las más sofisticadas bases de control del ciberespacio con capacidad para interferir en los sistemas de vigilancia mundial. Todavía sigue el debate en Estados Unidos sobre la supuesta intervención de Rusia en las elecciones presidenciales estadounidenses para favorecer al entonces candidato republicano Donald Trump, como aseguran la Central de Inteligencia Americana (CIA) y el FBI.
Rusia y Estados Unidos forman parte esencial del exclusivo Consejo Permanente de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto a Francia, Gran Bretaña y la República Popular de China.
El Balón de la Diplomacia
Ese balón del Mundial de Fútbol entregado por Vladimir Putin a Donald Trump en su reciente Cumbre, efectuada en Helsinki, capital de Finlandia, podría simbolizar el fin de la posguerra fría para abrir las compuertas de la convivencia y comprensión entre Estados Unidos y Rusia.
Si así ocurriera, el mundo se encaminaría a transitar la ruta de la paz y la prosperidad anhelada por diversas generaciones alrededor de la tierra.
Putin dijo que la Guerra Fría protagonizada por EE.UU. y Rusia “es cosa del pasado”, y que ambos países mantienen una relación de respeto y de colaboración poniendo de ejemplo la realización de la Cumbre entre él y Trump que transcurrió “en un ambiente abierto y de tipo empresarial”.
Para profundizar ese planteamiento el presidente de Rusia observó que “la Guerra Fría ha terminado, la era de la confrontación ideológica aguda en ambos lados es una cosa del pasado, el mundo es diferente ahora".
Mientras que el gobernante estadounidense adelantó que “saldrán muchas cosas positivas” tras la Cumbre con su homólogo ruso Vladimir Putin.
"Nunca hemos tenido una relación peor con Rusia que la que teníamos unos días atrás, y creo que ha mejorado sustancialmente" expresó el presidente para añadir que "me parece que hay posibilidad de que sea mucho mejor".
Ambos mandatarios dialogaron durante dos horas y media y posteriormente respondieron preguntas de los periodistas estableciendo que seguirán trabajando para resolver los conflictos en el Medio Oriente, específicamente en Siria e Israel.
Los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense siguen viendo a Rusia como la principal amenaza para la potencia del Norte.
¿Cambiarán ese criterio los grupos hegemónicos norteamericanos luego de esta Cumbre entre Trump y Putin?
¿Cuáles aspectos positivos generará ese encuentro para la paz mundial y la prosperidad entre las naciones más empobrecidas del planeta?
De pronto, si ambas potencias comienzan a reducir sus millonarios gastos militares y ha desnuclearizarse progresivamente habrá suficientes recursos para destinarlos a limpiar los océanos contaminados; a reducir la pobreza, protección para el medio ambiente, ampliación de los programas de salud y sanidad, construcción de viviendas, fortalecimiento de la producción de alimentos y de los programas científicos, culturales y deportivos a escala mundial.
Que así sea aunque algunos piensen que con ese último señalamiento estoy soñando, pero prefiero ser optimista que vivir en la oscura cueva del pesimismo humano.
Articulo de Manuel Díaz Aponte
Jueves, 19 de julio de 2018