Hook, Inglaterra.- Desde hace unos días me encuentro en Inglaterra para compartir con Oscar y Pablo, mis dos nietos “domininglishs”, productos del lindo matrimonio de mi hija menor, Cheizi, con el ciudadano inglés Chris Beard. Visitando lugares y conversando con varios ingleses he confirmado lo difícil que se encuentra esta nación de cara a la aplicación del Brexit, es decir, su salida definitiva de la Unión Europea.
En el año 2016, los ingleses votaron en un referéndum y decidieron que ya no querían ser parte de la Unión Europea. Esa decisión estuvo impulsada y apoyada por las corrientes anti-inmigrantes que se están dando en todo el mundo y que tanto el presidente norteamericano, Donald Trump, como varias naciones de la propia Europa, han estado impulsando. Sin embargo, desde el principio, esa decisión empezó a tener serias dificultades y una fuerte oposición, sobretodo de los líderes políticos y legisladores británicos más progresistas.
En la presente semana se presentó una difícil situación para la actual Primera Ministra Inglesa, Theresa May, encargada de la aplicación del Brexit y la líder del tradicional Partido Conservador. Los dos principales ministros vinculados al tema, Boris Jhonson, el Canciller, y Davis Davis, el Ministro para el Brexit, quienes tenían la posición más dura para enfrentar a Europa, renunciaron aduciendo serias diferencias con la May por sus posiciones “débiles” para acelerar el proceso de aplicación del Brexit. El Canciller renunciante, Boris Jhonson, que fue el principal impulsor de la salida de la UE, dijo que “el sueño del Brexit se está muriendo”, ya que la actual primera ministra quiere que Inglaterra siga teniendo relaciones económicas estrechas con Europa “y se convierta en una verdadera colonia de la Unión Europea”.
Y lo cierto es que Theresa May ha tenido que flexibilizar su posición radical, pues ha visto y vivido la realidad. Mi yerno Chris Beard me dijo, con mucho acierto y razón, que los ingleses no midieron las serias consecuencias económicas y políticas de la decisión que asumieron. Frenar la ola inmigratoria de los países de Europa puede traer serías dificultades a una economía que, como la inglesa, actualmente tiene una gran cantidad de inmigrantes ejerciendo labores diversas y siendo una mano de obra relativamente mejor aprovechada por los sectores económicos británicos.
Tony Blair, uno de los líderes políticos ingleses más brillantes, creador de la Tercera Vía y Primer Ministro de 1997 al 2007, ha sido quien con mayor claridad criticó ese error del pueblo inglés y quien ha mantenido una postura firme de que debe echarse atrás el nefasto Brexit. Al referirse al controversial aspecto de la emigración de trabajadores, expresó lo siguiente: “En cualquier caso, casi todo el mundo reconoce ya que Reino Unido necesita a la mayoría de los trabajadores inmigrantes que llegan de Europa, y, como muestra nuestro estudio, el Brexit está perjudicando ya seriamente la contratación en sectores cruciales, incluido el Servicio de Salud”.
Y para ser más firme en su planteamiento, Tony Blair planteó que el Partido Laboralista debe dejar solo al Partido Conservador en el Brexit, y que los laboralistas deben impulsar que se eche hacia atrás esa decisión. “Hay que demostrar a la gente por qué el Brexit no es ni ha sido nunca la respuesta. Abramos un diálogo con los líderes europeos sobre las reformas necesarias, un diálogo que están muy dispuestos a tener ahora porque son conscientes de que el Brexit también es perjudicial para Europa, económica y políticamente”, dijo Blair en un articulo que publicó en el periódico El País de España.
Y esa es una gran verdad, el Brexit “no es ni ha sido nunca la respuesta” a los problemas de inmigración de Inglaterra ni de ningún país europeo. Por ese error, por no medir las consecuencias de esa decisión, hoy los ingleses están enredados en las patas del Brexit. Y no hay otra salida mejor que echar todo, o la parte más significativa, para atrás.