Los papeles de Faride traen a colación la vieja práctica de los políticos dominicanos de responder pretendiendo descalificar a su interlocutor. Nos preguntamos ¿si esa anciana práctica es hoy adecuada para responder imputaciones concretas, infalibles? Las reseñas sobre la discusión invitan a concluir en que yerran quienes pretenden descalificar a la joven diputada sin atacar el mal que plantea.
La realidad es que la opinión pública primero y el pueblo después, desean explicaciones concretas sobre un asunto a todas luces público. Es que el danilismo ha pretendido satanizar a Leonel sin darse cuenta de que es su deudor, sin observar que para el sostenimiento del poder de parte del Partido de la Liberación Dominicana, es necesario, preciso y adecuado, que la nación toda conozca la verdad. Verdad significa que quien haya manchado el nombre del PLD reciba su merecido castigo. El partido de Bosch pertenece al pueblo dominicano y no a un grupo de sus peores discípulos, muchos de los cuales expulsó en vida y otros nunca lucharon junto a él sino que son oportunistas especialistas en medrar y asirse al poder que otros labraron con sudor y sangre. Este es el llamado sainete político. Pero el tema va más lejos aún.
El partido morado requiere una catarsis, un encuentro consigo mismo, en el cual salde una cuenta historia pendiente: la de la forma en que asumió el poder. La transacción hacia el poder se ha hecho demasiado larga, al grado de que los vicios del pecado original han pesado más que las virtudes del objetivo buscado y encontrado. Si el PLD tiene el poder hoy no es para expandir los vicios del reformismo ni del perredeismo, al revés, debe enmendarlos ya. Quien no esté dispuesto a ello, debe hacerse a un lado y dejar el espacio libre para que reales boschista asuman el rol histórico que corresponde.
De no hacerlo, la frustración será el norte de lo más granado de su militancia e implicará una ruptura histórica con el boschismo de imprevisibles consecuencias. La maldición liberal de no saber más que dividirse en el uso del poder seguirá su marcha triunfal para desgracia de los idealistas y los padres de la patria.
La Constitución de 2010, es un paso de gigante que no puede quedar tronco ni puede ser desacreditada por sus propiciadores. En ella claramente se asigna a los diputados el rol de fiscales políticos y al senado el de juez político. Esa es la primera de todas sus funciones según refiere el artículo 83. De modo que no existe manera de que los diputados renuncien a su función de fiscales anticorrupción so pena de caer en el descredito público y, en la comisión de daños irreparables a la democracia.
Sería más cuerdo argüir que la Faride no cuenta con la mayoría calificada que exige una acusación política, pero eso es diferente a eludir el deber de investigar. Sabemos de más de un diputado de supuesta acrisolada trayectoria, ya ha visto estrellada su popularidad en el muro de las lamentaciones por su ambivalencia sobre el tema.
De manera que si se convierte a la amiga Faride en político de primer orden, será por su apego a la constitucionalidad mientras otros evaden este honor. No son los tiempos de Mario y Sila pero si es el tiempo de saber quién defiende la democracia y quien la deforma para servir a intereses bastardos. No pretendemos que nadie tenga honor samurái sino que circunscrita sus acciones a la regla constitucional.
La democracia exige cuentas claras y transparencia los diputados son los garantes de dicha clarinada por mandato expreso de la Constitución. De modo que solo aquellos cuyas actuaciones sean acordes con el dictado de dicho contrato social pueden ser catalogados de reales representantes del pueblo y garantes de la constitucionalidad, es decir constructores del edificio de transparente de la democracia.
La rendición de cuentas las explicaciones públicas sobre asuntos públicos e incluso privados, son tareas que ningún demócrata puede eludir sin encontrar de frente el cuestionamiento público.
Danilo Medina lo sabe y junto a él todos los funcionarios de su gobierno deben saberlo pues como hijos de la tradición liberal deben ser consecuentes con sus postulados. El todo es siempre mayor a sus partes. Un sano ejercicio de transparencia vigoriza y nunca debilita. Las manzanas podridas han de ser separadas de las sanas.
Desde hace buen tiempo se observa que la política sirve a grupos y no al interés general. Estas aberrantes prácticas deben ser desterradas pues los partidos ni son organizaciones abiertas ni trabajan para grupos, pues de caer en esas malas prácticas estarían cavando su propia tumba. DLH-23-7-2018