No debería ser desechable una botellita echa de plástico para envasar agua de consumo humano. En todo el mundo se cuentan por miles de millones las unidades de esos envases que son tiradas a la basura, con el terrible inconveniente de que no son biodegradables, sino a muy largo plazo.
En muchos países no existe el mecanismo de reciclarlas y darles nuevo uso, lo mismo con los vasos y platos plásticos. República Dominicana no escapa a esa práctica.
Con toda seguridad, empresas que procesan botellas y otros envases de plástico no reusables deben experimentar sumas fabulosas en superávit.
Según publicó en junio de 2017 eldiario.es, cada minuto que transcurre se compra un millón de botellas de plástico en todo el mundo, igual a casi 20 mil botellas por segundo, “y la cifra se disparará otro 20% para 2021, creando una crisis medioambiental que algunos activistas comparan en gravedad con el cambio climático”.
Destaca la publicación que “mientras su uso aumenta en todo el mundo, los esfuerzos de recoger y reciclar las botellas para evitar que contaminen los océanos no logran seguirle el ritmo al consumo”.
Cada día que transcurre, en República Dominicana miles de toneladas de plásticos –botellas, frascos, platos y vasos desechables, cubiertos, cucharas, bolsas- son arrojadas a la basura, a los contenes de calles y avenidas, autopistas y carreteras, y lo que es peor: a ríos, cañadas, arroyos y playas.
En todos los establecimientos comerciales hay plásticos en existencia, y lo terrible de esto es que no son reciclables. En los vertederos municipales, que operan como destino final, el proceso de reciclaje de plásticos se torna en un caos.
Por acá deberíamos seguir los pasos de la empresa textil Unifi, con sede en Greensboro, Carolina del Norte, Estados Unidos, que produce cada año 300 millones de libras de hilo de polyester y nylon usando botellas de plásticos.
“Es una forma de cómo evitar que la basura termine en los vertederos”, señaló Jay Hertwig, vicepresidente de marca global de Unifi.
Sería una manera ideal de dar uso al enorme caudal (miles de toneladas) de plásticos que arrojan los residentes en el Gran Santo Domingo y el resto del país, que tanta contaminación y daño ambiental provocan en arroyos, cañadas, ríos y mares. Y en ese esfuerzo tendrían que participar todas las instituciones y organizaciones que de una u otra forma están vinculadas con la conservación y preservación del medio ambiente.
Sería una forma ideal de ir creando conciencia, y así evitar la eterna sinrazón que vivimos con la proliferación de los plásticos.