El pasado 16 de agosto conmemoramos el 155 aniversario del inicio de la guerra restauradora, un heroico proceso donde los dominicanos mostramos nuevamente nuestro coraje y valentÍa patrióticas para rescatar la independencia que, irónicamente, habíamos perdido por la traición de uno de los héroes de esa misma gesta liberadora.
La República Dominicana es uno de los pocos países del mundo que escenificaron dos gestas de independencia. La primera fue dirigida y motivada por el creador y fundador de la nación dominicana, Juan Pablo Duarte, y tuvo su momento cumbre el 27 de febrero de 1844. Pero 17 años después de esa hermosa gesta patriótica, el 18 de marzo de 1861, el general Pedro Santana cometió la traición y el crimen de anexar nuevamente nuestra nación a España.
Ese hecho imperdonable provocó que un grupo de patriotas dominicanos dos años después, el 16 de agosto de 1863, iniciaran una nueva guerra de independencia, la cual culminó con la derrota de las tropas españolas, su salida del territorio dominicano y el rescate de la soberanía, la dignidad y el orgullo patrio.
El general Pedro Santana nunca creyó en la independencia de nuestra nación. Pese a que fue héroe de algunas batallas del proceso de separación de Haití en 1844, en ningún momento confió en que podíamos desarrollarnos como nación. Sus pensamientos no eran de un verdadero patriota, su objetivo en todo momento era que alguna nación poderosa del mundo nos diera protección y fuéramos parte de ella. En esencia, Santana siempre fue un traidor a los ideales patrios. Eso explica porque persiguió a los trinitarios, que eran los verdaderos patriotas, y expulsó a Duarte de por vida. Eso explica también la anexión a España en 1861, un verdadero crimen contra la patria dominicana.
Ese solo hecho basta y sobra para que los restos de Santana no estén colocados en el Panteón Nacional, lugar sagrado donde deben reposar los verdaderos patriotas y no los traidores. Pero, por ironías de la historia dominicana, él fue llevado al Panteón Nacional por decisión del doctor Balaguer y colocado justo frente a la tumba de la heroína María Trinidad Sánchez, a la cual Santana mandó a fusilar el 27 de febrero de 1845, para conmemorar con la sangre de esa valiosa mujer, el primer aniversario de la independencia que luego traicionó.
Según la mayoría de los historiadores dominicanos la Restauración es un proceso de tanto o mayor significado que la propia gesta de independencia. El historiador y director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá, afirma que la gran diferencia entre una y otra es la participación amplia del pueblo dominicano en las luchas restauradoras. En ese sentido, Cassá dice lo siguiente: “Pienso que la principal diferencia entre la Restauración y la Independencia nacional es la intervención del pueblo como sujeto activo”.
Y es que ciertamente la Restauración fue un proceso general de lucha del pueblo dominicano en todo el territorio, para derrotar al poderoso ejército español y a todos sus lacayos dominicanos, encabezados por el traidor de Pedro Santana. Fue un proceso masivo de lucha y acciones militares y políticas, bien dirigido, planificado, ejecutado con una estrategia agresiva, clara, patriótica y certera.
Los héroes y líderes principales de esa hermosa gesta restauradora fueron los generales Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Benito Monción, Santiago Rodríguez, José María Cabral, Pedro Antonio Pimentel, y los civilistas Ulises Francisco Espaillat y Pepillo Salcedo, entre muchos otros. Ellos decidieron rescatar la patria traicionada, por lo que hoy y siempre deben vivir en la memoria del pueblo dominicano, pues con su acción y su visión lograron rescatar la nacionalidad y garantizarnos una nación libre, soberana e independiente, tal y como lo soñó el Fundador de la Nacionalidad y Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte.