Una lOUna cosa conlleva a la otra. Pero aquella no es necesariamente la que va delante de la anterior.
Esta semana fui recordado de cómo la gran mayoría de nosotros los humanos, aun vemos el tiempo de manera lineal. Y quien me lo recordó, estaba muy consciente de lo que me exponía. Pues para lograrlo, fijó de manera relativa, los cimientos que creemos que rigen nuestras vidas en el lapso rectilíneo, contraponiéndolos con la realidad cíclica y circular que la gobierna.
Desde la física a la filosofía, y sobre el plano de ese carrusel, podemos llegar a anular el concepto que fija a cada hombre como una isla. Como por igual, establecer que, ninguna isla es un hombre. Sino un perenne equilibrio, forjado por un colectivo de ideas que, confirma vez tras vez que, que la fe y la verdad jamás podrán coexistir en nuestras vidas. Incluso ni en el pensamiento lógico de un anciano, ni en la programada agenda de un letrado, por más que ambos quieran teorizar al respecto. Esas paridades solo pueden vivir en el sueño de la ingenuidad y los valores de la juventud universal, según recuerdo hace un tiempo, pero que justo en este momento, ya no reconozco.
Los procesos que está viviendo la humanidad, aquellos que nos hacen sentir más conectados, puede que sean parte de ese almanaque circular. Pero la temporada en donde aquellos llenos de pubertad han de aparecer, para asumir los grandes y significativos cambios que la humanidad requiere, creo que aún no se avecina. Pues temo que el ciclo no ha llegado o estos han mal entendido su rol en la historia. Y no se trata del heroico gesto de lucha, sino también del valioso acto de participación.
La juventud de hoy, rara vez estalla, como también menos veces participa. Y cuando hace cualquiera de las dos, se conforma con las cantidades de “Like” o “Views” que logra por sus gestos. Solo leen títulos y reaccionan a imágenes publicando sus propias pictóricas con muecas y en poses de acción. Pero nada más allá del compromiso de sus pantallitas. Con el mismo pulgar con que ruedan hacia arriba la próxima publicación, es con el mismo que fijan su posición a favor de algo. La actual juventud, ha llegado al punto de definir sus causas y abogacía de manera superficial, conforme a auditorias de iconos de cromos añiles y ocres, y no con resultados reales.
Y es a ellos que le corresponde. No los veo representados en ninguno de los bandos, de las líneas de pensamientos de nuestros países latinoamericanos, ni aquí en la diáspora misma. Han decidido cambiar las peroratas, piedras y pancartas por corazoncitos rojos y caritas enfurecidas, desde sus domicilios con aire acondicionado. Esa lucha no me interesa, ni le hace bien a la humanidad, ni a ningún gobierno o país. Quiero una juventud de propuestas y causas. Bien informada, decidida y ágil. Que sepa utilizar el regalo de sus herramientas de comunicación. Una que también luche desde dentro del poder estudiantil, barrial, comunitario y político, para lograr cosas. Que se sepa quejar. Pero que también sepa reconocer el esfuerzo ajeno y las dificultades del mundo real.
Esta semana hubo en nuestra nación dominicana, la más reciente de las marchas de oposición al gobierno. Reiterando una vez más, el descontento con la impunidad que esta siente que existe, en favor de aquellos que han cometido corrupción. No sé cuántos eran ni mucho menos sus facciones. Muchos robles políticos de antaño se sonreían al glorificarse con el pueblo que veían a su alrededor. No obstante, aun con pocas ideas. Es la maestría del que se queja. Puede hacerlo sin presentar soluciones. Y aunque civilmente esta herramienta es propicia, correcta y democrática, lamenté tener que ver a muchos más en figureo, que en acción.
Para el que estuvo ahí, como para el que lo presenció por un dispositivo desde la diáspora, no veo necesario el entrar en detalles. El punto que quiero establecer es que no vi jóvenes. Los mismos ausentes que tampoco veo en el resto de las manifestaciones latinoamericanas, ni en los partidos políticos o gobiernos de turno. No vi, ni veo a aquellos que serán los verdaderos beneficiados de un cambio del estado de las cosas, sin importar lugar. Aquellos que, por su edad, aparentemente viven en el lapso rectilíneo y aun no entienden el cíclico. A esos no los veo ni lo vi. Aquellos que prefieren amortiguar los efectos de otro día de ingenuidad. Aquellos que están llamados a ser el futuro de la Patria. Aquellos, no los vi allí. Como tampoco los veo en los gobiernos que nos representan.
Ahora, si ha de aceptar que la juventud solo sale en los momentos de cambio, entonces debes estar consciente de que tanto los grandes líderes sociales, políticos y gobiernos, que una vez ganaron con amplia mayoría, como las oposiciones que estos confrontan, eventualmente se desvanecen. Que los millares de votantes que ayer eligieron a un gobernante, eventualmente le contradecirán el discurso. Pues para ambos bandos, su permanencia es sólo posible si asumen un comportamiento de continua elasticidad y de renovación. Y que a pesar de que la innovación simboliza crecimiento, la sustitución de los hombres por el mero hecho de suplantar no es renovación. Para evolucionar hay que reemplazar con ideas. Y sobre todo ser fieles a la permanencia de los valores que nos definen como seres pensantes y civiles.
Cambiar es crecer. Cambiar a menudo es evolucionar. La juventud simboliza eso.
Entre la vida y la muerte, solo existe la política. Y las acciones que se conjugan entre esos extremos, comprenden la consumación del tiempo circular. Pues no se trata del heroico gesto de lucha, sino también del valioso acto de participación. Aquel que opta por ser estático, desvanece. Y he ahí mi preocupación inicial. Pues hoy día, donde el inmediatismo y la gratificación inmediata premia entre los jóvenes, lo mejor es establecer una relación acorde con la realidad, instituyendo metas cortas, gratificantes y alcanzables. Pues el optimismo es el asesino de lo inmediato. Y puede que, en esto, la juventud este más en lo cierto. Mas interesada en resolver el presente, que en soñar en futuro.
La lamentable nostalgia del futuro que más que avecinarse, se presenta. Para luego desvanecerse. Y con eso, me retracto. Ellos parecen entender el calendario cíclico circular mejor que nosotros que ahora acepto aun ver la vida de manera lineal. Los que estamos ausentes de su anuario somos nosotros. Ellos solo están ausentes de nuestro ciclo, no de la realidad del tiempo.