Los seis años de gobierno del Presidente Danilo Medina son indicativos de una merma en el desarrollo democrático de la nación. Esta situación no es responsabilidad exclusiva del presidente en ella tienen un alto grado de responsabilidad el partido de gobierno, el cual, tiene la mala práctica de dejar en libertad al presidente de turno de gobernar a sus anchas y bajo la discreción de su grupo hegemónico.

Esta situación deja de lado el hecho de que el sistema democrático exige, para su correcto funcionamiento, una oposición firme y constructiva, allí donde esta no existe, como es el caso dominicano, el partido gobernante, debe asumir la tarea de ayudar al presidente a gobernar, lo cual no ha acontecido.
El partido de gobierno mantiene una inoperancia organica lamentable, sus estructuras no funcionan y sus órganos de gobierno están disueltas en los hechos, solo el comité político se mantiene operando, pero únicamente en calidad de sello gomigrafo del presidente. El comité central no se reúne y mucho menos los órganos intermedios ni los de base. Obvio, la responsabilidad de esta situación atañe más al presidente del partido y al secretario general junto al comité político.
De manera que descargar la responsabilidad sobre la inseguridad ciudadana exclusivamente en el presidente de la república, por ejemplo, luce fuera de contexto. Es decir, el sistema democrático no descansa en la acción de un hombre sino en el esfuerzo combinado de la sociedad en su conjunto conforme a la responsabilidad de cada ciudadano y de cada institución tanto de la sociedad política como de la sociedad civil. Cada fracción de soberanía con que cuenta el ciudadano es a la vez, una fracción de gobierno, de gobernanza. Por tanto, la sociedad toda requiere una reflexión sobre nuestros males institucionales iniciando por determinar cuáles actores tienen responsabilidad en ello porque lo que resulta cuestionable es el deterioro progresivo que se observa, es como si todos jugasen a que el país vaya hacia el despeñadero y nos limitáramos a observar y a culpar solo a un hombre de lo que ocurre.
Ciertamente, los alabarderos o ayudantes del presidente deberían ser sus principales auxiliares, pero todos sabemos que la práctica nacional consiste en que éstos buscan aprovechar para beneficio particular, su situación privilegiada como cortesanos del presidente, quien es visto y endiosado como un monarca sin corona por sus ayudantes y por el comité político con el objeto de sacar ventajas.
Culpar al presupuesto nacional de la situación, es una forma corrupta de ver la política. En las sociedades en cambios, como señala Samuel Hutintong, constituye una irresponsabilidad, culpar al presupuesto sin ayudar al presidente a gobernar democráticamente lo es también.
La responsabilidad del presidente habría que buscarla en la manera en que escoge a sus colaboradores y en lo que pide de ellos, pues un presidente sectario, un presidente que solo busca ventajas políticas de grupos, no es un estadista, es un activista político a lo Maquiavelo o Robert Green, es decir, un gobernante pre moderno que nada positivo puede aportar al proceso de desarrollo democrático que requiere el país.
Cuando la oposición está infectada de lo propio, la sociedad está enferma y su sistema de partido poco puede aportar, tal y como puede observarse en la recién aprobada ley de partidos políticos. Donde cada uno y cada cual, pensó en ventajas grupales parciales y no en el interés general de la república. Con ello se trató de quitar lucidez a la denominada marcha verde, lo cual es propio de partidos antidemocráticos.
Los restantes dos años de gobierno del presidente Medina constituyen una oportunidad para un cambio de rumbo en el plano institucional y no en un cambio de caras para seguir en lo mismo, o de otros que esperan para repetir la misma mala práctica.
Por cierto, la marcha verde, grupo amorfo con inquietudes pero sin directrices ni objetivos claros, constituye un elemento positivo porque señala la existencia del mal aunque sin plantear soluciones a la vista. Además, la justicia y el congreso son otros eslabones del Estado que no tienen muchas prendas que exhibir.
Así, el presidente, el partido de gobierno y la sociedad en su conjunto, debería observar que la seguridad ciudadana no está en su mejor momento, que la galopante política de endeudamiento tomada como señal de crecimiento económico es un mito que nos puede hacer despertar con pesadilla, que el tema no es quien nos gobierne sino que hace desde el gobierno. Que el gobierno no es asunto de uno ni de unos pocos, pues en dado caso, no estaríamos construyendo democracia. DLH-18-8-2018.