El caluroso abrazo que se dieron recientemente Hipólito Mejía y Miguel Vargas, en un evento organizado por el Parlamento Centroamericano (Parlacen) es natural y sincero. El propio Miguel Vargas aseguró que ambos suelen saludarse efusivamente, porque no ha habido diferencias personales. Y el suscrito agrega: Ni personales ni políticas.
Simplemente tienen estilos diferentes. Hipólito Mejía siempre anda relajando, con sus habituales ocurrencias, pues no se le puede regatear su condición de buen humorista, no payaso como piensan algunos. Pero la verdad es que ningún problema de la vida nacional lo toma en serio (la criminalidad ni la corrupción ni la deuda externa ni ningún otro).
Y Miguel Vargas es un hombre que no sonríe (tipo pitbull), carente de sensibilidad social, sin principios ni ética, vanidoso, extravagante, comerciante de vocación, que no suele recibir gente con la finalidad de importantizarse.
Comprobado está que uno y otro hacen ejercicio de la actividad política como medio de negocios y el lucro, en mayor medida, naturalmente, el actual canciller.
En la actualidad los dos apoyan a Danilo Medina, apoyo que es condicional, es decir, mientras le dé cargos a uno y compre los ajíes y sea socio comercial del otro. Coinciden, además, en ser los políticos con la mayor tasa de rechazo de todo el espectro nacional, conforme a estudios de opinión de firmas de cierta credibilidad. Los resultados de esas encuestas, en lo que respecta a esas tasas de rechazo de esos dos señores, constituyen una constante en los últimos años.
Son tantos los aspectos políticos comunes que ahora algunos se preguntarán: ¿Para qué dividieron al PRD? ¿Por petición del presidente Danilo Medina? El hecho es que el otrora glorioso, escuela y modelo de democracia política hoy es un cascaron con unos cientos de vividores aferrados a la nómina pública, los que estarán con Miguel Vargas mientras pueda garantizar cargos y empleos.
De esa canchanchanería de Hipólito y Miguel se colige que fue puro teatro el supuesto antagonismo que escenificaron en las luchas internas del PRD. Roles teatrales, pues ambos estaban conscientes de que el anterior Tribunal Superior Electoral, constituido por tres dirigentes del PLD, uno de Agripino (que también es del PLD) y otro de Miguel Vargas, entregaría el partido blanco al PLD, para que Danilo Medina vaya solo a las elecciones del 16, teniendo finalmente de competencia al improvisado PRM, que pese a los inconvenientes y el poco tiempo en escenario se alzó con un 41%, no un 35% como le dio Roberto Rosario.
Los abrazos que se dan Hipólito y Miguel tienen una explicación muy lógica, no tienen diferencias personales ni políticas, carecen de ideología, principios filosóficos y éticos, toman la política como medio de negocio y ambos están en este momento “pegado de la teta del gobierno”.
Por suerte ni uno ni otro tiene mayor incidencia en el electorado dominicano. Miguel Vargas se quedó con una sigla vacía, pero una sigla importante al fin, para hacer negocios grandes, a tal punto que el PRD es hoy su principal empresa comercial.
Y en el PRM sólo esperan la convención para quitarse a Hipólito de encima, pues asume el papel de necio y torpe, pero no es más que un infiltrado y un chivato de Danilo Medina, que vive dando declaraciones complacientes al jefe de Estado.
Una eventual y formal alianza política entre Miguel Vargas e Hipólito Mejía no se descarta, por sus grandes coincidencias y porque ninguno de los dos está en la oposición. Participar en un próximo evento comicial en el mismo proyecto y en la misma caravana no se descarta en lo absoluto.