Durante siete años el presidente Danilo Medina ha realizado más de 180 “visitas sorpresas” los fines de semana con una inversión cercana a los 30 mil millones de pesos, lo cual ha servido para apuntalar su imagen que aparece reflejada todos los lunes en todos los medios de comunicación, sin excepción algunas.
No tengo la cifra, pero a los 30 mil millones, no de los bolsillos del mandatario, hay que sumarle una cantidad indeterminada en propaganda, publicidad y bocinas con sus decibeles que ensordecen y embrutecen a cualquiera.
Quiero tomarme el atrevimiento de pedirle al mandatario que haga, no una “visita sorpresa”, como ya es habitual, sino, un “paseo sorpresa”.
Presidente, un día cualquiera, principalmente un jueves, viernes, sábado o domingo, vístase de civil (paisano), colóquese una gorra del equipo de béisbol de su preferencia, una camisa a cuadros y un pantalones jeans desgastados, de los que tenía antes de llegar al gobierno.
Salga en un carro viejo o una jeepeta pequeña que no llame la atención. Sin luces traseras y los cristales oscuros. Nada de flanqueadores, jeepetas negras que parecen carros fúnebres ni sirenas alarmando a la población. Salga con dos o tres militares sin uniforme. El DNI que discretamente se ocupe de la seguridad.
En esas condiciones, presidente, haga “un paseo sorpresa” entre la una y las dos de la madrugada por los principales barrios del “Gran Santo Domingo”. Se sorprenderá, presidente, de ver colmadones, bares, discotecas, etc., cerrando las vías colocando sillas y mesas, donde el alcohol y las drogas se venden y se consumen como “pan caliente” con mantequilla y aguacate sin que a nadie le importe; verá las niñas y los niños prostituyéndose. Fumando y con una botella de cerveza en la mano.
Notará, presidente, que los “horarios” establecidos por decreto para consumo de alcohol en esos establecimientos no existen, porque la mayoría cierra a cualquier hora. Digamos que cuando “la gente se va” con su “jumo”, entre cinco y seis de la mañana.
Pase por Villa Consuelo y sus alrededores, siga hasta los Ensanche Luperón, Espaillat, Los Guandules, etc. Vaya despacio. No olvide la “Zona Oriental”. Reduzca la velocidad en la Venezuela, San Vicente de Paul y calles aledañas.
Ese “paseo sorpresa”, presidente, le tomará por lo menos dos horas. Valdrá la pena; verá lo que ningún otro presidente ha visto. Ese es otro mundo, otro país, otra cultura, otra manera de vivir. Se quedará estupefacto con lo que verá. En esos sectores pobres “la vida no vale nada”. La juventud perdida entre los vicios. El que “bebe” hasta las tres, cuatro o cinco de la mañana no trabaja, no estudia, no le preocupa la situación política y económica, presidente. (A veces pienso que es una plan gubernamental para mantener a esa gente anestesiada con las drogas, el alcohol, un tipo de bachata y de merengue con una carga de violencia que sirve para justificar los femenicidios)
Al día siguiente, presidente, convoque a las “autoridades” competentes, y, si de verdad le importa el país, si de verdad le preocupa la juventud dominicana de esos sectores, tome las urgentes y radicales medidas que demanda la situación.
No deje de preguntar, señor Pregunte, quiénes son los dueños de esos negocios y quienes los protegen. Cuánto cuesta el no cumplimiento de los horarios, cuánto cuestan los “permisos” que se otorgan a determinados negocios para cerrar con la puesta del sol.
Perdone que le sugiera, pero, como jefe de Estado, ordénele al general Sigfrido Pared Pérez, jefe del DNI, haga una exhaustiva investigación al respecto y que le entregue los resultados en dos meses. Después actúe como presidente de la República, no como político.
Ese “paseo sorpresa” le servirá para ver que el país que usted y los demás presidentes pitan cada 27 de Febrero, es falso. Sin tener que leer a García Márquez o a Frank Kafka sabrá que la realidad supera la imaginación. ¡Dese ese paseíto presidente!