Una entrañable colega me llama para decirme, llena de cólera y de impotencia, que un comunicador vinculado estrechamente al gobierno ha violado sexualmente a una niña y que desde alguna instancia de poder se pretende silenciar el hecho.
-La madre no quiere hacer un escándalo para no re victimizar a la menor por tratarse de una figura pública- me comenta. Además tiene miedo.
Los abusos infantiles, acoso, violencia física, violación, incesto, etc., aumentan con los años en nuestro país y en el mundo. Más de 80 mil violaciones se denuncian todos los años. Los expertos consideran que el número se puede duplicar, incluso triplicar, por el temor o el terror a que son sometidos por sus abusadores les impide llevar sus casos a las autoridades que muchas veces no actúan rigurosamente.
Alrededor de dos mil 500 niños y niñas son abusados todos los años en nuestro país, según algunos estudios que advierten, por igual, que puede llegar hasta cinco mil, lo cual es alarmante si tomamos en cuenta la población total del país, diez millones 800 mil habitantes.
Lo que sucede en todo el mundo con la infancia es una vergüenza que desmitifica el supuesto avance de la raza humana. Según Naciones Unidas, en el mundo hay más de dos mil millones de niños y niñas representando el 36% de la población. Uno de cada tres vive en pobreza extrema sufriendo toda clase de calamidades. Por ejemplo, dos millones de niñas entre los 5 y 15 años son obligadas a prostituirse. Más de 300 millones sufren violencia. 600 millones no tienen ninguna protección jurídica. Las cifras son espeluznantes para un mundo en desarrollo cada vez más globalizado.
En América Latina 70 millones de niños y niñas son pobres, padeciendo violencia física, abuso sexual, sobre explotación laboral, etc.
Soy padre de siete hijos, cuatro varones y tres hembras, todos adultos, menos el más pequeño de 16 años. Me he preguntado muchas veces cómo un padre puede ver a sus hijos que ojos lascivos, perversos e inescrupulosos. Me he preguntado cómo alguien puede tener erección frente a su madre, hermana, e hijos.
Hay que tener una mente muy enferma para abusar de quien no puede defenderse; hay que ser un animal psicótico, un depredador maniaco depresivo, esquizofrénico, trastorno bipolar, una bestia que no merece vivir en sociedad.
Conozco casos de violaciones infantiles cometidas por personas de renombre; figuras públicas como funcionarios, jueces, diputados, periodistas, empresarios, militares y abogados. Por lo general las madres no van a la justicia.
Temen lo que les pueda pasar tanto a ellas como a sus hijos con el morbo de la prensa que se extiende como reguero de pólvora en el vecindario y la escuela. Y terror al victimario.
Leí recientemente que un joven, drogado, violó a su madre de 90 y tantos años. ¿Quién comete un crimen tan horrendo puede seguir vivo? La cárcel es un premio, una carga para el Estado que tendrá que garantizar su bienestar alimentándolo tres veces cada día.
Igualmente leí en la prensa que un señor había violado a todas sus hijas, una de las cuales embarazo varias veces. ¿La cárcel de Najayo puede ser el destino feliz de un depredador de esa calaña o el Cristo Redentor?
En Singapur y otros países, a los violadores, no importa que sea de adultos o de niños y niñas, los condenan a muerte. El proceso es rápido y la ejecución también, lo cual ha disminuido enormemente los casos de pederastia y de violencia fisica. El que viola, paga con la muerte. ¡Y Punto!