El fichero del ajedrez de la geopolítica mundial se mueve a una velocidad acelerada y muy difícil de alcanzar en un mundo donde los intereses superan las buenas intenciones.
Ahora resulta que la Unión Europea está mirando hacia la República Popular de China y desde Occidente se entiende que es una magnifica decisión.
Es una especie de amorío que podría dar buenos resultados a dos de las economías más grandes e importantes del planeta, sobre todo en los actuales momentos en que Estados Unidos mantiene una guerra comercial con el gigante asiático.
El liderazgo chino se expande en todo occidente y en particular en América Latina, donde la apertura de relaciones diplomáticas y comerciales sigue en auge.
Las relaciones chinas-estadounidenses pasan por un mal momento después que el gobierno de Donald Trump impusiera aranceles por US$50.000 millones de dólares a las importaciones provenientes de Beijing. Y se anuncia que en los próximos días se establecerán otros esta vez por más de 200 mil millones de dólares.
El presidente chino Xi Jinping por igual ha respondido fijando nuevas tasas arancelarias a las importaciones norteamericanas, evidenciando que a corto plazo este impasse comercial entre dos de las principales economías del mundo no encuentra salida y que va para largo.
Trump ha acusado a China de intentar destruir la economía de Estados Unidos bajo un esquema de negocios donde los mayores beneficios según él, son para la nación oriental.
En cambio, el gobierno de Jinping presentó ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) una denuncia contra Estados Unidos por la manera en que Washington ha respondido con su carga arancelaria.
Las autoridades chinas alegan que los aranceles excederían de los tipos consolidados de Estados Unidos y son incompatibles con el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GAAT).
Trump: ¿también caliente con Europa?
Quién se imaginaria que las tradicionales y firmes relaciones del gobierno estadounidense con los países europeos entrarían en una crisis cuyas consecuencias son impredecibles en estos momentos.
En los encuentros de las naciones miembros de la OTAN y posteriormente del G7 ésta última en junio pasado, donde hubo roces evidentes entre Trump con la canciller alemana, Ángela Merkel, los líderes del viejo Continente están enfilando sus pasos diplomáticos y comerciales con la República Popular de China.
Los países industrializados tienen profundas diferencias en materia de comercio, política exterior, asuntos migratorios y de seguridad, específicamente con relación a un acuerdo nuclear con Irán.
Donald Trump propuso regreso de Rusia al exclusivo G7, dejando un ambiente de malestar entre los demás mandatarios, particularmente Merlkel, la polémica dirigente de Alemania.
“Es evidente que el presidente estadounidense y el resto del grupo sigue en desacuerdo en materia de comercio, cambio climático y el caso Irán”, admitió el presidente del Consejo Europeo”, Donald Tusk.
Estados Unidos es el primer socio comercial europeo. Los intercambios comerciales sumaron en 2016, 609.979 millones de euros, el 17,7% de la relación comercial europea con el mundo. China no está lejos con 514.551 millones y el 14,9%. La diferencia es que Europa tiene un superávit comercial de 114.327 millones de euros con Estados Unidos mientras que con China suma un déficit comercial de 174.385 millones de euros.
¿Nuevo Orden Mundial?
Europa y China unida en los ámbitos comerciales y diplomáticos abrirían la brecha hacia un nuevo orden mundial, pero hay diferencias que vencer por ejemplo el cuestionamiento de las naciones industrializadas europeas al programa denominado “Cinturón y Ruta de la Seda” impulsada desde el poder oriental.
De hecho, Estados Unidos, Unión Europea y China son las tres superpotencias con mayores capacidades económicas y militares del planeta.
La diplomacia de los chinos parece dirigida a minimizar hasta donde se pueda la imposición de nuevos aranceles a sus importaciones hacia Estados Unidos anunciada por el gobierno de Trump.
Con la guerra comercial en marcha no parece por el momento que Donald Trump y Xi Jinping vuelvan por ahora a levantar sus copas en señal de confraternidad como en abril pasado en Beijing.
El tiempo dirá hacia dónde dirigen sus cañones estas dos potencias icónicas del mundo moderno.