SANTO DOMINGO. Aunque se ha escrito profusamente acerca del golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch, la madrugada del 25 de septiembre de 1963, a 55 años de acontecimiento Víctor Grimaldi, periodista y diplomático, asegura que quien dio la orden a los militares dominicanos para que defenestraran al mandatario fue Anthony Ruiz, un Consejero de la embajada de los Estados Unidos.
Durante una entrevista concedida a Diario Libre, el autor de “Golpe y revolución, el derrocamiento de Juan Bosch y la intervención norteamericana” y de varios libros relativos al tema y a otros tópicos, asegura que el testimonio se lo dio Benito Monción Leonardo, general retirado de la Policía Nacional, ya fallecido.
“Los militares dominicanos traicionaron la responsabilidad que tenían… de defender la Constitución y defender el poder legítimo representado por el presidente de la República. Ese fue un error muy grave que le costó al país mucho dolor y mucha sangre…, puntualiza.
Además, Grimaldi expresa: “La orden de destituirlo (a Bosch) se produce en el momento en que él dice, en una discusión que tiene con los altos mandos militares y policiales en el Palacio Nacional, que él va a convocar al Congreso Nacional para presentar su renuncia”.
No obstante, el autor recuerda que Bosch siempre dijo que quien dio la orden para que lo derrocaran fue el coronel Fritz Long, jefe de los asesores militares norteamericanos. “Él estaba ahí en Palacio en ese momento y eso está documentado”, agregó.
Respecto a Ruiz, el escritor y diplomático afirma que ese asesor de origen mexicano estuvo trabajando en la embajada de los Estados Unidos en República Dominicana desde el año 1962, dirigiendo, con el patrocinio de la AID, el programa de seguridad pública y asistencia política.
El testimonio
En cuanto a Monción Leonardo, Grimaldi señala que este siempre tuvo una excelente fama como profesional académico y que lo citó en su casa para entregarle su novela Rosendo y darle algunas informaciones importantes sobre el derrocamiento de Bosch y otros sucesos.
Explica que Bosch había decidido renunciar porque los altos mandos de las Fuerzas Armadas no querían aceptar decisiones que había tomado, como fue, por ejemplo, el traslado del coronel Elías Wessin y Wessin, a la sazón jefe del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), ubicado entonces en la base aérea de San Isidro, que tenía los tanques de guerra.
Aclara que otro tema que disgustaba a Bosch era que se estaban ejecutando planes en República Dominicana, sin su conocimiento, para operar campamentos de guerrilleros haitianos, a fin de derrocar al entonces presidente del vecino país, François Duvalier (Papa Doc).
Señala que Monción Leonardo era amigo de Bosch y le reveló que en septiembre de 1965, dos años después del golpe de Estado, evitó junto al entonces jefe de la Policía, general José Morillo López, que asesinaran al líder político en el recorrido que hizo desde el aeropuerto Las Américas a Santo Domingo, tras retornar de Puerto Rico.
Entonces, agrega Grimaldi, “había en las Fuerzas Armadas un sector muy recalcitrante antiboschista, antiperredeísta y antidemocrático”, que planeó el atentado contra Bosch desde el CEFA y los altos mandos militares.
El contexto epocal
A juicio de Grimaldi antes del derrocamiento de Bosch prevalecía en el país un ambiente conspirativo, y recuerda que en días anteriores se había producido “una huelga de comerciantes que fracasó”.
“Realmente hubo ciertas acciones de sectores que tenían resistencias a medidas que tomaba el gobierno de Juan Bosch, que era un gobierno democrático. Gobernaba en plena democracia y libertad”, responde cuando se le pregunta sobre el ambiente político de esa etapa.
Dice que sin embargo no se puede decir que el derrocamiento de Bosch fuera una especie de Crónica de una muerte anunciada, como han planteado algunos estudiosos del tema.
Desde su punto de vista, los sectores que habían gobernado después que Joaquín Balaguer salió del poder, tras la caída de Trujillo, pensaban que Bosch tendría el mismo destino.
El investigador de temas históricos y embajador dominicano ante la Santa Sede, explica que algunos de los personajes políticos y sus herederos, que representaban a las fuerzas económicas y sociales que habían respaldado el complot contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo, también apoyaron la trama contra Bosch, aunque después se arrepintieron y cuando estalló la revolución del 1965 varios tuvieron que salir corriendo de la República Dominicana.
Tras ser derrocado, luego de gobernar durante siete meses a la República Dominicana, Bosch fue trasladado a la isla de Guadalupe, en el Caribe francófono. Desde ese territorio el expresidente viajó por avión a Puerto Rico, donde residió hasta el 25 de septiembre de 1965, cuando retornó a la República Dominicana.
Bosch, escritor y entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano, se había juramentado como presidente el 27 de febrero de 1963, luego de ganar las elecciones del 20 de diciembre de 1962.
El 24 de abril de 1965 estalló la revolución, con la cual el bando constitucionalista reclamaba la restitución del político y afamado narrador como presidente de la República Dominicana.
Cuatro días después, el 28 de abril, se produjo la segunda intervención militar de los Estados Unidos en la República Dominicana en el siglo XX.
A fin de justificar la acción, el gobierno extranjero alegó que se buscaba evitar la instauración de otra Cuba, salvar vidas norteamericanas y propiciar una salida pacífica y un acuerdo entre las partes envueltas en el conflicto.
El presidente estadounidense Lyndon B. Johnson ordenó el desembarco de 42, 000 marines en el país, para impedir la propagación de la asonada, vinculada al comunismo, que alegadamente echaba raíces en el Caribe a través la revolución dirigida por Fidel Castro en la llamada Perla de las Antillas.
Golpes de Estado en América Latina
Grimaldi evoca que en la época en que se produjo el golpe de Estado contra Bosch, Estados Unidos respaldó acciones similares en varios países de América Latina y menciona los casos de Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia y Argentina.
“Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, porque un año y siete meses después, el 24 de abril de 1965, estalló un movimiento cívico militar para reponer la Constitución de la República y al gobierno legítimo de Juan Bosch. Ese fue un ejemplo para América y para la República Dominicana, más. Los Estados Unidos, que, en esos momentos, estaban presentes como siempre en muchos lugares, pero sobre todo en el sudeste asiático y principalmente Vietnam, tenían en Vietnam 15 mil o 20 mil soldados, y de repente tuvieron que traer aquí la misma cantidad de soldados o más”, afirma.
Manifiesta que entonces a Estados Unidos se le presentó una crisis inesperada y se violaron todos los tratados internacionales con la intervención militar, hasta el punto de la misma Organización de Estados Americanos (OEA) hace poco “tuvo que reconocer su culpa por haber servido de sombrilla a esa intervención militar norteamericana”.
Enfatiza que a partir de la defenestración de Bosch “se ha hablado de golpe de Estado, pero no se ha dado un golpe de Estado más, porque la gesta de abril y el ejemplo del gobierno de Juan Bosch ha sido la guía y el ideal que han brillado” en la nación todos estos años.
Señala que aunque las circunstancias han cambiado, en esta época los “golpes de Estado se dan de otra manera”.
“… Tenemos casos muy recientes en América Latina y en el mundo… que quieren manipular a los gobiernos, y no digo solo Estados Unidos… Son fuerzas… ONG, muchos intereses que se confabulan para hacer esas cosas y cuando actúan retrotraen a los países a situaciones peores y lo estamos viendo en varios casos de países latinoamericanos que han sido llevados a situaciones de atrasos democráticos, a condiciones de vida muy pésimas para sus pueblos con esas maniobras que se realizan en estos tiempos tipo golpe de Estado”, puntualiza.
Asegura que la “moda” prevaleciente en la actualidad es la de dar “golpes de Estado supuestamente legales e institucionales”, que considera “los hijos y las hijas de esas fuerzas sociales que daban los golpes de Estado en los años 60 y 70”.
“Son las mismas fuerzas detrás y como siempre hay una mezcla de posiciones e intereses y gente que se confunde, hasta grupos de izquierda que se involucran en esas cosas y después se arrepienten”, añade.
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