Por Manuel Hernández Villeta.-Las Naciones Unidas es un organismo sin fuerzas para buscar soluciones a los graves problemas de la humanidad. Esta supeditada a las directrices de las grandes potencias. Sus acciones se paralizan con el derecho a veto, sobre todo de Rusia, Los Estados Unidos y China. Es el escenario de las grandes potencias para dividirse el mundo.
Pero todos los años durante su Asamblea General tienen oportunidad de hablar libremente los principales dirigentes del mundo. Es lo único positivo de una organización incapaz de llevar la paz al mundo, y que en muchas ocasiones sus resoluciones son violadas por los que tienen poder.
Lo ideal sería que se fortaleciera a las Naciones Unidas, y que deje de ser un organismo sin cabeza propia. El mundo necesita ese árbitro, ese mediador, ese ejecutante de sanciones a los poderosos. Pero conspiran contra esa paz, las superpotencias y sus deseos de expansión y conquistas.
Las Naciones Unidas, sin fuerza política, hacen aportes importantes a la humanidad en la ciencia, la educación, el tratamiento a los problemas de salud, la crisis de los refugiados, la asistencia en zonas de desastre. Es un organismo necesario, pero debe ser fortalecido, para que deje de ser una marioneta, y se convierta en la conciencia mundial.
La Asamblea General de este año no pasará de simples discursos, que se olvidarán horas después, demagogia de líderes mundiales, clamores de justicia y de esperanzas para los países del tercer mundo, y una lucha económica apoyada por los misiles que siempre tendrá a la humanidad al borde del armagedón.
Todavía es letra muerte, cual si fuera un simple papel sin importancia estrujado por poderosos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, en París, Francia. Su introducción es una de los manifiestos de más peso en la historia de la humanidad, tomada del espíritu de la revolución Francesa.
“La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
“El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”.
“Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. ¡Ay!, se me acabó la tinta.