Por Manuel Hernández Villeta.-La deuda externa tiene que ser un dolor de cabeza para todos los dominicanos. Es difícil que las nuevas generaciones no se vean golpeadas y entorpecidas por los constantes préstamos a organismos internacionales. Lo malo es que ninguna autoridad quiere poner fin a la línea de los endeudamientos, y de reajuste de precios de comestibles, carburantes y servicios.
Lo ideal es que esa política de endeudamiento sea parada. Es difícil porque la globalización económica hace imposible que un país solitario pueda florecer entre las naciones en vías de desarrollo. Pero el hacer préstamos constantes no es la solución.
Al compás de los años tampoco se ha visto que se dé un movimiento progresivo de que la deuda externa vaya en beneficio de la gran mayoría de los dominicanos. Sus efectos podrían ser beneficiosos para el gran empresariado y la macroeconomía, pero no para el hombre de la calle.
En países sub-desarrollados como la República Dominicana es vital saber hacia dónde corre el desarrollo económico. No es posible que haya un florecimiento en estructuras superiores, pero a ras de tierra campee la miseria más atormentadora.
Nadie puede pensar en el desarrollo de un país cuando la miseria tiende su manto de muerte y dolor. Los hijos de la desgracia ya no tienen esperanzas ni pueden sentarse a esperar que les llegue una solución milagrosa de sus problemas.
La crisis con la deuda externa arranca poco después del retorno a la vía democrática, en el año 1961, y continúo hasta nuestros días. A pesar de sus métodos personales de dirigir la economía, el doctor Joaquín Balaguer siempre fue opuesto al endeudamiento externo.
Pero para ser realistas, es sumamente odioso cobrar grandes partidas de impuestos que acorralan a todos los consumidores. Pero para pagar esta terrible deuda externa, cada paso que se da tiene que ser pensado y analizado, porque si no se está colocando al país al borde del precipicio.
Debería ser un tema electoral, pero en bruto es difícil, por no decir imposible, de ser digerido por los sectores populares. Más bien, llama la atención sus efectos colaterales como son las esposas que se van colocando en las muñecas de la mayoría de los dominicanos,
Si estará de lleno en la campaña electoral los constantes aumentos de precios de los comestibles y de los servicios. Los combustibles son reajustados todas las semanas, y pocos están conformes con esas acciones. Hay que sanear el proceso económico, si se piensa en los más pobres.
La economía no siempre tiene que ser vista por los expertos, que voltean la cara ante los problemas sociales. En años lejanos sus decisiones extrovertidas provocaron pobladas con gran cantidad de muertos en el país. Ahora se puede prevenir, sin que siga creciendo la deuda externa y los dolores de los pobres. ¡Ay!, se me acabó la tinta.