Por Manuel Hernández Villeta/Ya comenzó la campaña electoral. Es fuera de época, pero ya está en marcha. Desde simples aspirantes a concejales, hasta precandidatos a la presidencia, se encuentran tirados a la calle de las vanidades. Es negativo que se adelante un proceso electoral, sin que nadie lo pueda controlar.
El pueblo no merece dos años de campaña política. Necesita un descanso de esa cháchara. Es una campaña clientelista y populista, donde nadie levanta un programa de gobierno, ni planes concretos de desarrollo.
Las precandidaturas para todos los cargos obligan a los políticos a tirarse a luchar por su nominación. La Junta Central Electoral es la llamada a tomar los controles, pero es un organismo sin autoridad.
Hasta el momento lo único que ha logrado la Junta Central Electoral es que algunos partidos y candidatos hagan sus reuniones en locales bajo techo. Talvez no es un gran logro para la JCE, tomando en cuenta que esas figuras saben lo que cuesta un local de hotel o centro deportivo alquilado por dos o tres horas, y prefieren ir a realizar reuniones en casas de dirigentes de barrios.
Ya hay una invasión masiva de notas de prensa en los medios de comunicación nacionales. La propaganda es masiva y nadie la controla. En buen sentido, es perjudicial para la sociedad y su marcha hacia el desarrollo que desde ahora se pierda tiempo en la campaña.
Por lo menos, y es lo que mandan los reglamentos, se tenía que esperar que desde la Junta se hiciera una proclama oficial. Pero a este organismo la mayoría de los políticos no le respetan. La culpa es de las mismas estructuras de la JCE, donde puede hablar, pero no tiene el poder y la autoridad para doblegar a los partidos.
Lo hemos dicho en varias ocasiones. Los cuatro partidos considerados mayoritarios manejan a la Junta a su capricho. Se parece al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su independencia termina con el poder de veto de cinco de sus integrantes.
Estamos llegando a la situación de que los partidos políticos se van quedando sin promesas. No tienen nada que ofrecerle al electorado. Los llamados cuatro grandes han pasado por el Palacio y todos lo conocen. No se olvide, que en el país las mismas caras siguen anquilosadas en las agrupaciones partidistas.
No hay renovación de líderes, y los candidatos, en su mayoría, lo que esperan es ser señalados por el dedo de su líder. Vale más la cuota que se otorga a las figuras, que el trabajo de campo 24 horas. Ha pasado siempre en la vida política nacional. Son los caudillos que dan los nombres de los candidatos.
Tenemos la esperanza de que la ya presente campaña electoral discurra en paz y tranquilidad. El trastrocamiento del orden público solo podría traer intranquilidad en un país cuyos principales renglones son el turismo, la minería y los servicios. La gatera ya está abierta y el grito de ¡A correr fanáticos!, se escucha por los altoparlantes. Fuera de tiempo, pero una realidad. !Ay!, se me acabó la tinta.