Un estudio del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas revela que los países en conflicto los precios crecen vertiginisamente.
Un nuevo estudio del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés), publicado con motivo del Día Mundial de la Alimentación, muestra que los alimentos son cada vez menos asequibles en los países en conflicto o sujetos a inestabilidad política. En docenas de países más, la persistencia de costes elevados para los alimentos pone la alimentación nutritiva fuera del alcance de millones de personas.
En su segunda edición, el índice de WFP llamado Contando los frijoles (Counting the Beans, en el original en inglés) abarca 52 países en desarrollo. El objetivo es dar a los consumidores de los países ricos e industrializados una idea de la proporción de ingresos diarios que son necesarios para asegurar un plato básico de comida en las regiones más pobres del mundo.
El índice toma como referencia un ingreso promedio per cápita común para todo el mundo y calcula qué porcentaje de él deben gastar las personas en una comida casera de 600 kcal. A continuación, calcula un precio en función de esos ingresos normalizados. Se han utilizado las cifras del PIB diario per cápita o, cuando no estaban disponibles, las cifras de ingresos personales basadas en los registros de remesas y otras fuentes.
Tomando como punto de referencia el coste de los alimentos en Nueva York (EEUU), WFP ha descubierto que un residente de dicho estado se gastaría 1,20 dólares en cocinar una sopa o un guiso sencillo (que contendría, por ejemplo, algunas judías o lentejas, un puñado de arroz u otra semilla, agua y aceite). Por el contrario, un ciudadano de Sudán del Sur tendría que pagar más de dos días de ingresos –el equivalente en Nueva York de 348,36 dólares– por una comida similar; un residente del noreste de Nigeria, 222,05 dólares; y un ciudadano yemení, 62,37 dólares.
Los tres son países o regiones donde la hambruna es una amenaza inminente. En los tres, el aumento del coste de los alimentos viene marcado por el trascurso de los conflictos. Para muchas de las personas que viven allí, la supervivencia no sería posible sin la ayuda de WFP y de otros socios.
“Los alimentos asequibles y las sociedades pacíficas van de la mano”, dijo David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos. “Pero millones de nuestros hermanos y hermanas no conocen ninguna de estas dos condiciones; la presencia casi constante de un conflicto hace imposible cocinar el plato más simple”.
En muchos países, la asequibilidad de los alimentos medida de esta manera ha mejorado desde 2017. En algunos casos, esta mejora se debería a un fuerte crecimiento económico; en otros, a una mayor estabilidad, a una mejor estación de lluvias o, como en el caso de África meridional, a la asistencia humanitaria que ayuda a contrarrestar los efectos de una sequía grave.
Aun así, en determinados lugares el coste de los alimentos sigue siendo muy desproporcionado con respecto a la renta. Este es el caso en gran parte de África, así como en ciertas regiones de Asia y, en menor medida, de América Latina.
Entre los países del estudio, Perú encabeza la lista con el plato de alimentos más asequible, con un coste que representa el 1,6 por ciento del ingreso per cápita (frente al 0,6 por ciento de Nueva York), el equivalente a 3,44 dólares. Laos y Jordania le siguen en segunda posición.
En República Dominicana, la canasta básica de alimentos para la familia tiene un costo promedio de 2.25 salarios mínimos; sin embargo, el 50 % de la población trabajadora dominicana gana menos de un salario mínimo. Además, alrededor del 40% de la canasta básica de alimentos del quintil más pobre de la población está compuesta por productos importados, lo que hace que el acceso a los alimentos esté sujeto a fluctuaciones de precios.
“Algunas de las cifras del índice de este año ilustran el coste real e individual del conflicto y el hambre”, concluyó Beasley. “Deberían escandalizar e indignar a todo el mundo. Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para reducir los conflictos y reconstruir las economías, para que los mercados y las comunidades puedan prosperar”.