La mayoría de los jueces le temen al poder político que los designa, los valora y los desvalora, los sube y los baja, en función de su desempeño, no jurídico, sino político partidario.
El Partido de la Liberación Dominicana, así como tiene el control del Congreso envileciendo a los legisladores corrompiéndolos con prebendas millonarias para que apruebe o desapruebe proyectos, resoluciones y leyes, de ese mismo modo controla la Judicatura.
El Consejo Nacional de la Magistratura, dirigido por Danilo Medina que cuenta la mayoría de sus integrantes incluyendo al Procurador General de la República, es una vergüenza. En ese Consejo se hace lo que decida el presidente. Nadie llega a las “Altas Cortes”, ni a ningún lado sin la anuencia del mandatario.
Los magistrados no actúan en función de lo que dice la ley o establece la Constitución. Tienen miedo de ser cancelados, trasladados o degradados.
La estructura judicial creada por el PLD es, al igual que el gobierno, política y corrupta.
Los jueces están entrampados en redes mafiosas políticas y económicas que tienen en sus manos su suerte. (La carrera judicial es un engaños. La preparación académica, la ética, la capacidad y el trabajo, es decir, el desempeño, no tienen el mayor valor. Los mediocres, los incapaces, los pusilánimes mequetrefes, esos son los buenos, los que escalan en las cortes)
La Constitución le asigna un presupuesto al poder judicial, pero es el presidente quién tiene la última palabra.
Y como si eso no fuera suficiente, los jueces son perseguidos por los medios de comunicación que suelen presionar en un sentido o en otro. El populismo judicial es terrible. He llegado a la conclusión de que muchas sentencias se dictan en las redes sociales, en los periódicos, radio y televisión.
El caso de Blas Peralta es un ejemplo. Estuvo condenado a 30 años antes de que subiera a un tribunal. Ministerio Público y medios de comunicación lo declararon culpable de asesinato, no de homicidio. La diferencia entre una cosa y la otra es mucha. (No estoy diciendo que Peralta sea inocente. No creo que lo sea, incluso)
La “presunción de inocencia” es un principio que existe sólo para políticos, funcionarios y empresarios de gran influencia que pueden pagar los abogados más costosos y que además tienen sus propias bocinas en la prensa.
Con fiscales adocenados, politizados y muchas veces corrompidos y jueces arrinconados por el Ejecutivo, chantajeados muchas veces por el populismo mediático, es poco lo que se puede hacer para que la ley sea la que se imponga en todos los casos.
Díaz Rúa puede obtener un permiso para viajar a España en medio de un proceso judicial. Es imposible, en cambio, que un Juan de lo Palote consiga permiso para ir al hospital Moscoso Puello. Muchos reclusos pobres mueren en las cárceles por falta de atención médica.
Será muy difícil condenar a los imputados del caso Odebrecht o de los aviones Tucanos, como no fue posible condenar a Félix Bautista y otros políticos llevados a la justicia, debido al poder que tienen; pero es muy fácil condenar a 30 años a un “pobre diablo”.
La justicia no es equitativa ni justa en la aplicación de las leyes; más bien es clasista. De los casi 30 mil presos que hay en el país más del 98% son pobres, preventivos por demás. En una cárcel para 800 personas hay ocho mil, hacinados, viviendo como animales. A los grandes los envían a cárceles especiales con televisores plasma de 60 pulgadas, aire acondicionados, inversores o plantas eléctricas y celulares para que estén permanentemente comunicados. Reciben visitas diarias de sus amigos, hijos, esposas y amantes.
Debe producirse un cambio político para que haya un cambio en el aparato judicial. La judicatura tiene que ser independiente económica y políticamente para que se haga justicia en todos los casos, no en algunos. Para que todos seamos iguales, y no que unos iguales sean más iguales que los demás.
Con el PLD en el poder no es posible en la judicatura. Con el PLD en el gobierno la corrupción y la impunidad continuaran reinando en el sistema de justicia. Y los jueces seguirán teniendo miedo.