Hace millones de años que nuestros antepasados, antes incluso del paleolítico inferior (la etapa primaria de la edad de piedra) descubrieron que la unidad era fundamental para sobrevivir en un mundo selvático que le era totalmente hostil.
Los animales también aprendieron la lección; por eso suelen caminar juntos, en manada. Un León solitario tiene pocas probabilidades de vivir mucho tiempo, lo mismo que un elefante, una jirafa, un oso. Hasta la mayoría de las aves vuelan en compañía; lo mismos que en el mar los peses nadan juntos, a veces formando cardúmenes o banco de peses. Es una manera de protegerse y de sobrevivir. Los delfines, inteligentes y con un lenguaje propio, cazan juntos.
El hombre antes, durante y después de la edad de piedra, aprendió la necesidad de buscar alimentos en conjunto para distribuir entre toda la tribu. Era una etapa en la que todo era de todos porque no existía la propiedad privada, que surgió millones de años después cuando las fuerzas productivas permitieron que surgiera el “yo”, lo “mío”, lo que supuso un gran avance pero conduciría a la humanidad hasta el peligro de su propia existencia. (Mi mujer, mi marido, mis hijos, mi casa, mi carro, mi dinero, mi avión. La propiedad privada jodió a la humanidad)
Sin la unidad y el trabajo, la raza humana probablemente no estaría en el estadio de desarrollo exponencial en el que vive en este siglo 21.
La unidad, pues, no es una palabra, es una acción, una práctica cotidiana de quienes aspiran a crecer y desarrollarse en todas las áreas del conocimiento, incluyendo la política, lo cual se resume en la consigna marxista que también asumieron los socialdemócratas: “sin unidad no hay fuerzas, y sin fuerzas no hay victoria”.
Antes que Marx, Engels, Lenin y demás clásicos del marxismo, el hombre de la edad de piedra lo sabía. (Tal vez por eso Marx dijo que a través de la historia los filósofos no habían hecho más que interpretar el mundo, cuando en realidad lo que procedía era su transformación)
Los pueblos que han logrado crecer y desarrollarse lo han logrado sobre la base de la unidad para el trabajo, la educación, la ciencia y la cultura, dándose el modelo económico, político y social que han considerado mejor. El desarrollo de un pueblo no viene dado por el tiempo de haberse formado. Si así, fuera Egipto, Grecia, La India y muchos países más, incluyendo los de África, fueran los más prósperos. Y no es así. (Eso amerita una explicación histórica, pero será en otro trabajo)
Una de las razones por las cuales la República Dominicana, como la mayoría de los países de la región, no ha podido avanzar, es por la falta de unidad de sus fuerzas progresistas. Las que se unen, en beneficio de sus intereses, no del país, son las reaccionarias y conservadoras, que mantienen el control del Estado con una visión clasista, y el predominio de los medios de comunicación para reproducir sus valores a través de ellos.
Todos los intentos revolucionarios o progresistas han sido derrotados o han fracasado. Es hora de cambiar. En estos momentos urge la unidad de los partidos de oposición que aman el país que les ha sido robado y transformado convirtiéndolo en un estercolero vergonzoso.
Escucho a muchos hablando de unidad. Pero sólo hacen eso: ¡hablar! Pero más nada. Su práctica es totalmente distinta. Las palabras tienen que corresponderse con los hechos, porque sin unidad sincera, si no se construye, no se producirá. Y si no se produce esa unidad programática y de principios, el país continuará a la deriva y el PLD, que es un partido fuerte, rico y tramposo, se mantendrá en el poder.