¿Cuánto cuesta en la sociedad dominicana de hoy tener cabeza propia y pensamiento intelectual sin compromiso económico con quienes gobiernan el país en los últimos años?
Me asaltan algunos nombres en el campo de la literatura, de la canción y de la comunicación. El aislamiento personal y el silencio en torno a sus obras, es parte del costo, lo cual traba el desarrollo cultural del pueblo.
Me asaltan algunos nombres muy reducidos de periodistas y comunicadores que han asumido con valentía su compromiso social. Algunos artistas que dejaron de escribir y de cantar como en otros tiempos sin que las causas que motivaran “la canción de protesta” hayan desaparecido, me laceran. Decidieron dar un giro de 180 grados a la derecha haciéndoles concesiones a los enemigos de ayer. No los condeno.
(Si llegas al gobierno y no robas, y no traficas con la influencia adquirida, eres un pendejo. Los primeros en decírtelo son los más cercanos en la familia. Los negocios más inmorales te los proponen los amigos del barrio desde niños, que consideran merecen un pedazo del pastel)
Como diría Benedetti, no es fácil mantenerse erguido persistiendo en los principios viendo como a tu alrededor otros, con menos o ningún mérito, con menos o ninguna capacidad profesional, la política los coloca en la cima del dinero y del poder. Y desde su pedestal te enrostran la fortuna adquirida a la velocidad del relámpago. ¡No es fácil!
Cuesta mucho ser independiente y parcial al mismo tiempo sin prostituirse poniéndole precio a lo que antes no vendías, porque de lo contrario te vas quedando cada vez más arrinconado y más solo. Tu móvil apenas timbra una o dos veces al día. Generalmente es tu mujer para recordarte que tienes que buscar al niño o pasar por el súper mercado.
Los amigos de ayer se marcharon tras el carruaje banal de la fortuna. (La peña cultural, intelectual, desapareció. No hay libros que comentar, ni canciones de contenido social que escuchar; la poesía dejó de ser “un arma cargada de futuro”.
¿Cuánto le cuesta ese pensamiento sin ataduras más que consigo mismo al periodista, locutor o escritor? ¿Al intelectual que asume un compromiso ético y moral, cuánto le cuesta si sus obras apenas puede publicarlas, apenas aparece quién las compre y quiénes la lean?
Hace algunos años la actitud crítica, contestataria, costaba amenazas, censura, prisión, tortura y hasta muerte. Las cosas son distintas en estos días; “la democracia” se ha puesto un traje menos represivo y perverso, para ponerse otro más permisivo y seductor, pero con iguales resultados. La marginalidad intelectual hiere, el silencio intelectual mata.
La fama, suele decir el cantautor argentino Alberto Cortez, “es una prostituta que se va con cualquiera” porque el mercado, controlado mediáticamente, te dice que libro debes comprar y que libro debes leer, que por lo general son embrutecedoras y enajenantes (Lo mismo con las canciones. Bachatas y merengues que promueven el alcohol y la violencia contra la mujer, etc.)
Silvio Rodríguez, para mí el mejor cantautor del hemisferio, un poeta de la música que no hace canciones para el mercado, sino para la conciencia de la gente, escribió en el 2007 “Tonada del libre albedrio” que, repitiendo una frase del Che, dice que “ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”.
“Y dijo el Che legendario,
como sembrando una flor:
al buen revolucionario
sólo lo mueve el amor.”
“Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.”
“Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.”
“Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal.”